
Pregunta:
Respuesta:
La legítima defensa es un derecho que, como todos los demás derechos, una persona puede negarse a utilizar. Tengo derecho a decir lo que pienso pero también puedo permanecer en silencio. Tengo derecho a permanecer en silencio pero puedo optar por hablar.
Sin embargo, incluso en nuestra negativa a utilizar uno de nuestros derechos debemos tener las intenciones adecuadas. Puedo negarme moralmente a comer para estar seguro de que mis hijos coman, pero no debo negarme a comer porque estoy deprimido o tengo una mala imagen de mí mismo. La elección de rechazar un derecho debe ser elegida libremente y realizada por un bien mayor.
La Iglesia siempre ha advertido contra el juicio imprudente al buscar el martirio. La tradición era tan fuerte en contra de buscar o enemistarse con otros para ejecutarte que el Concilio de Elvira (306) decretó que a los cristianos ejecutados por destruir los ídolos de los paganos se les debía negar el título de mártir.
Ser mártir es dar testimonio de la fe con nuestra vida y nuestras elecciones, incluso hasta la muerte. Es una elección libre de un bien mayor, no es un deseo de morir. Los cristianos buscan amar a Dios y al prójimo y si esos bienes conducen a la muerte, que así sea, pero los cristianos no deben buscar la muerte.
Jesús no buscó morir pero sí lo aceptó como consecuencia del Evangelio (Mateo 26:39).