
Pregunta:
Respuesta:
La triste respuesta es no. La instrucción Dignitas Personae, emitido por la Santa Sede por orden de San Juan Pablo II, señala que el tema de los embriones congelados es un caso donde la inmoralidad ha llegado a tal punto que no existe una solución moralmente aceptable para su existencia y desarrollo. Este documento argumentaba en contra de la práctica de “adoptar” embriones congelados, una práctica promovida por algunos católicos de buena fe pero que está demasiado plagada de dificultades morales para ser una solución aceptable. Al menos, si se deja que el embrión se descongele y muera definitivamente, debería tratarse como si se tratara de un aborto espontáneo. Y nunca ha habido ni hay obligación de bautizar o enterrar un aborto espontáneo.
Aunque esté pasado de moda decirlo, sigue siendo cierto que la Iglesia nunca se ha pronunciado ni podrá pronunciarse sobre el momento exacto de la infusión del alma racional del no nacido, que es lo único que hace del no nacido una persona. Incluso San Juan Pablo, siempre un teólogo cuidadoso, que personalmente sostuvo que el alma racional estaba presente a partir de la fertilización, no presentó esta opinión como cierta. La antigua tradición católica suponía, por diversas razones, que el alma racional era infundida más tarde en el proceso de gestación. Sin embargo, en todos los casos el embrión y el feto humanos deben ser tratados como una persona humana plena.
Como enseñó San Cipriano, “Quien intenta matar a un hombre, mata a un hombre”, lo que significa que el aborto en cualquier etapa implica la voluntad de asesinar a una persona humana. Quizás sea más información de la que solicitó, pero es necesaria como contexto para la respuesta que busca.