
Pregunta:
Respuesta:
Fue San Pablo, en la carta a los Gálatas en el Nuevo Testamento, quien dijo: “Nadie me moleste, porque llevo las marcas del Señor Jesús en mi cuerpo” (Gálatas 6:17). Así ha sido como a lo largo de los siglos varios cristianos han recibido la gracia de tener la estigmas, o marcas de las heridas de Jesús, en sus cuerpos; muchos de ellos fueron grandes santos, como Francisco de Asís, Catalina de Siena y, por supuesto, el Padre Pío.
Esto no significa crueldad ni tortura, sino más bien la gracia de estar profundamente unidos a Cristo en sus sufrimientos por el bien de los pecadores. Después de todo, todos los cristianos deben compartir los sufrimientos de Cristo, cada uno a su manera. Jesús nos dice en el Evangelio que todo aquel que quiera ser su discípulo debe tomar la cruz y seguirlo. Incluso compartió la cruz con San Simón de Cirene, quien la llevó por un tiempo para Jesús en el camino al Calvario.
El Evangelio de Lucas nos cuenta cómo el alma de María iba a ser traspasada con una espada de dolor por la muerte de su Hijo. San Pablo, en el primer capítulo de la carta a los Colosenses, nos dice que está supliendo lo que falta, lo que queda, en el sufrimiento de Cristo por el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Entonces, los estigmas deben entenderse a la luz del estándar universal de ser seguidor del Salvador crucificado, que cada uno de nosotros lleve nuestra cruz con él.