
Pregunta:
Respuesta:
Dada la naturaleza fundamental de nuestra naturaleza sexual dentro de nuestra naturaleza humana (las dos son tan cercanas que son casi idénticas), hay pocas necesidades y deseos, miedos y esperanzas, placeres y dolores, que no tengan alguna expresión en el nivel de nuestro sexo, ya seamos hombres o mujeres. Así que no es sorprendente, dada la debilidad de nuestra naturaleza caída, que algunas cosas puedan asociarse con nuestra naturaleza sexual que en realidad no tienen nada que ver con su funcionamiento saludable.
Sentirse excitado sexualmente por un objeto o una actividad que no está relacionada con la unión del hombre y la mujer y con la procreación de la naturaleza humana es un indicio de un desequilibrio, más o menos grave según el individuo, de carácter psicológico y, a menudo, moral. La clave para el deseo y el placer sexual recto es el bien personal de aquel con quien mantenemos la actividad sexual. Éste debe ser nuestro legítimo cónyuge del sexo opuesto, y nuestra actividad sexual debe ser signo del reconocimiento de nuestra unión como hombre y mujer de manera personal. Los gestos, posturas o vestimentas abusivas no representan una relación verdadera y libre entre los sexos; más bien, representan sexualmente otros aspectos psicológicos de la relación de los sexos que sufren las exageraciones y percepciones erróneas de la naturaleza humana caída.
Dios le dijo a Eva: “Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. Esta dominación no forma parte del orden complementario del hombre y la mujer sino más bien una exageración del papel del hombre y una exageración del de la mujer. Entonces, en pocas palabras, la esclavitud, el sadismo, la dominación y el masoquismo (BSDM) son abusos de la simple igualdad en la procreación y la unión en el placer lícito que debería pertenecer a toda pareja humana legítima.
Un católico que se sienta tentado por estos pensamientos debe, en primer lugar, evitar albergarlos (la mayoría de las personas tendrían poca idea de estas cosas a menos que las hayan encontrado en línea, por ejemplo) y meditar en los misterios de la propia concepción y nacimiento del Señor y vida corporal mediante el rezo del santo rosario. Nuestra alma anhela estar unida al Señor encarnado y a su Madre Santísima. Su asistencia y sus luchas corporales y espirituales nos darán la gracia de resistir nuestros pensamientos y deseos rebeldes y nos enseñarán a amar a aquellos por quienes nos sentimos atraídos y comprometidos.