
Pregunta:
Respuesta:
Haces una pregunta importante. En Juan 1:18, Juan proclama: “A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer” (Juan 1:18). Y Dios le transmite a Moisés: “'Pero', dijo, 'no puedes ver mi rostro; porque el hombre no me verá y vivirá'” (Éxodo 33:20).
Aquí, la Escritura habla de ver a Dios en su esencia divina. Y, sin embargo, Dios se acomoda divinamente para darnos una vislumbre de su personalidad divina. En ese sentido, en el mismo libro bíblico y respecto de la misma relación entre Moisés y Dios, Éxodo 24:9-11 debe leerse como un complemento de Éxodo 33:20, no como una contradicción:
Entonces subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel; y había bajo sus pies como un pavimento de piedra de zafiro, como el mismo cielo en claridad. Y no puso su mano sobre los principales de los hijos de Israel; contemplaron a Dios, comieron y bebieron.
Por lo tanto, Moisés y sus hermanos tuvieron el privilegio de tener un encuentro más íntimo que el que la mayoría tuvo en los tiempos del Antiguo Testamento. Lo mismo ocurre con Job 42:5, en el que Job proclama: “De oídas había oído hablar de ti, pero ahora mis ojos te ven. . . .”
Y más aún en los tiempos del Nuevo Testamento, a partir de la Encarnación, cuando Dios se hizo hombre en la persona (divina) de Jesucristo, y así su Madre, su padre adoptivo José, los apóstoles y otros fueron bendecidos para tener una comunión íntima y cotidiana. con él (Juan 1:1-3, 14; ver CIC 464-69).