
Pregunta:
Respuesta:
No es redundante porque, como seres humanos, a menudo necesitamos que nos expliquen las cosas. La Iglesia primitiva tuvo que abordar esto varias veces:
¿De qué le sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Puede esa fe salvarlo? Si un hermano o una hermana no tiene qué vestirse ni tiene qué comer para el día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, abrigaos y comed bien, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe en sí misma, si no tiene obras, está muerta. (Santiago 2:14-17)
Si alguno dice: "Amo a Dios", pero odia a su hermano, es un mentiroso; porque quien no ama a un hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. (1 Juan 4:20)
En el mundo moderno es fácil asistir a misa los domingos y días santos de precepto y pensar que hemos amado a Dios. Y, efectivamente, es un acto de amor a Dios. Sin embargo, podemos caer en la trampa de pensar que eso es todo lo que tenemos que hacer y prestar poca o ninguna atención a nuestros hermanos y hermanas. Por eso Jesús une tan estrechamente el amor a Dios y el amor al prójimo. Jesús no quiere que nos engañemos pensando que podemos amar a Dios sin amar a nuestros hermanos y hermanas.