
Pregunta:
Respuesta:
En el libro I, capítulo seis de su El tutor (La Instructor de niños), San Clemente afirma que la Eucaristía es a la vez simbólica y Presencia Real, es decir, el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo. Primero, analiza su valor simbólico:
En otra parte el Señor, en el Evangelio según Juan, lo expresó mediante símbolos, cuando dijo: Comed mi carne y bebed mi sangre; Juan 6:34 describiendo claramente por metáfora las propiedades bebibles de la fe y la promesa, por medio de las cuales la Iglesia, como un ser humano compuesto de muchos miembros, se renueva y crece, se une y se compacta de ambas: de la fe, que es el cuerpo, y de la esperanza, que es el alma; como también el Señor de carne y sangre.
Más adelante en el mismo capítulo, afirma la Presencia Real:
Come mi carne, dice, y bebe mi sangre (Juan 6:53-5). Éste es el alimento adecuado que ministra el Señor, y ofrece su carne y derrama su sangre, y nada falta para el crecimiento de los niños. ¡Oh misterio asombroso! Se nos ordena deshacernos de la corrupción vieja y carnal, así como también del viejo alimento, recibiendo a cambio otro nuevo régimen, el de Cristo, recibiéndolo si podemos, para esconderlo dentro; y que, consagrando al Salvador en nuestra alma, podamos corregir los afectos de nuestra carne.
Si la Eucaristía fuera puramente un símbolo, no sería un "misterio asombroso". La Presencia Real se afirma además con la afirmación de San Clemente de que ocultamos a Cristo dentro de nosotros al recibir la Eucaristía, “consagrando al Salvador en nuestras almas”. Esto no podría suceder si la Eucaristía fuera simplemente pan y vino y, por tanto, sólo un símbolo de su cuerpo y sangre.