
En un episodio del antiguo programa de televisión. Seinfeld, varios personajes utilizan la frase “yada, yada, yada” para evitar entrar en detalles sobre alguna actividad previa. “Yada, yada” sugiere al oyente que no pasó nada importante. (“Fui a la tienda, vi a Harry y Yada yada, lo siguiente que supe fue que fuimos juntos al juego de pelota”.) Por supuesto, en el programa de televisión, yada, yada se usaba para encubrir cosas que habrían sido bastante significativas para el oyente (y vergonzosas para el hablante). .
Una elipsis es esencialmente el equivalente escrito de "yada, yada". En la escritura informal, se ha vuelto bastante común utilizar “. . .” para indicar una pausa en el habla, un pensamiento inacabado o la idea de quedarse en silencio. Sin embargo, cuando se trata de escritos formales (libros, artículos y ensayos), se utilizan puntos suspensivos para mostrar que se han omitido palabras en una cita.
Este uso de puntos suspensivos es adecuado y puede resultar muy útil. A menudo, una cita expresa un gran argumento, pero se refiere a una persona o entidad que no se ha mencionado en el escrito que incluye la cita. Usar esa parte de la cita podría confundir a los lectores, por lo que un autor podría usar puntos suspensivos para mantener el punto claro. Alternativamente, una cita puede tener ciertas redundancias que pueden eliminarse con el uso de puntos suspensivos. Esto resulta útil para artículos con límites estrictos de palabras.
Si bien el uso de puntos suspensivos para estos fines es legítimo, la integridad es esencial. Es importante que un escritor que utilice puntos suspensivos no cambie el significado de la cita. Introducir incluso un cambio sutil en el significado de la cita es incorrecto. Desafortunadamente, muchos críticos de la Iglesia Católica –especialmente aquellos que afirman que el Papa Pío XII no habló lo suficiente en nombre de las víctimas judías en la Segunda Guerra Mundial– suenan como un Seinfeld personaje que intenta evitar revelar alguna indiscreción.
Recolección de cerezas de Cornwell
Consideremos, por ejemplo, el libro de John Cornwell de 1999. El Papa de Hitler. En un epígrafe antes del texto principal, Cornwell presenta una cita de Thomas Merton, un conocido monje contemplativo cuyos escritos han inspirado a muchas personas. Según lo expresado por Cornwell, la cita dice: “Pío XII y los judíos. . . Todo el asunto es demasiado triste y demasiado serio para sentir amargura. . . un silencio que está profunda y completamente en complicidad con todas las fuerzas que llevan a cabo la opresión, la injusticia, la agresión y la guerra”. Esta es una condena bastante impactante del Papa por parte de un estimado pensador católico. Si Merton realmente hubiera escrito esto, debería hacernos reflexionar. Pero esta no es una cita verdadera. Cornwell utilizó elipses para fabricarlo.
Cornwell no dio ninguna citación, por lo que su engaño fue difícil de descubrir. La declaración completa, que fue escrita por Merton en su diario personal, es una queja de que se le había ordenado no publicar su ensayo sobre la guerra nuclear. El “silencio” del que se quejaba era el “silencio” que le habían impuesto. No tenía relación con Pío XII. Merton en realidad escribió:
¡Una visión sombría del estupor de la Iglesia, a pesar de todo lo que se ha intentado, de todos los esfuerzos para despertarla! Todo encaja. El Papa Pío XII y los judíos, la Iglesia en América del Sur, el trato dado a los negros en Estados Unidos, los católicos de la derecha francesa en el asunto de Argelia, los católicos alemanes bajo Hitler. Todo esto encaja en un cuadro grande y nuestro recuerdo contemplativo no es muy impresionante cuando se lo ve sólo como otra pequeña pieza encajada en el rompecabezas. Todo el asunto es demasiado triste y demasiado serio para sentir amargura. Tengo la impresión de que mi educación está comenzando, apenas comenzando y que tengo cosas mucho más terribles que aprender antes de poder conocer el verdadero significado de la esperanza. No hay consuelo, sólo futilidad, en la idea de que uno es una especie de especie. de mártir por una causa. Me temo que no soy mártir de nada. Quería actuar como un cristiano razonable, civilizado y responsable de mi tiempo. No se me permite hacer esto y me dicen que he renunciado a esto, está bien. ¿A favor de qué? A favor de un silencio que sea profunda y completamente en complicidad con todas las fuerzas que llevan a cabo la opresión, la injusticia, la explotación y la guerra. En otras palabras, la complicidad silenciosa se presenta como un “bien mayor” que la protesta honesta y concienzuda: se supone que es parte de mi vida de votos, es para la “Gloria de Dios”. Ciertamente rechazo la complicidad. Mi silencio en sí es una protesta y quienes me conocen son conscientes de ello. Al menos he podido escribir lo suficiente para dejarlo claro.
Merton escribió este pasaje en su diario enojado porque le habían dicho que no publicara su ensayo. (Al día siguiente moderó sus comentarios.) Cornwell seleccionó las frases que están en cursiva arriba, las vinculó con elipses y cometió fraude académico.
Perdida en la traducción
Desafortunadamente, ese no fue el único uso "creativo" de elipses en El Papa de Hitler. Un elemento central de la tesis de Cornwell fue una carta escrita en 1919. En ese momento, Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII, se desempeñaba como representante papal en Baviera.
Allí los revolucionarios bolcheviques tomaron temporalmente el poder e intentaron establecer una república soviética. Sus líderes ocuparon el palacio real y comenzaron a operar lo que podría describirse mejor como un gobierno canalla. Crearon un “Ejército Rojo” que mató a unas 325 personas. De particular preocupación para todos los diplomáticos en Munich fue la violación por parte de los bolcheviques de la inmunidad soberana de las misiones y representantes extranjeros. Se invadieron dos legaciones y se requisó un coche a otra. El cónsul general austrohúngaro fue detenido sin motivo y retenido durante varias horas.
Muchos dignatarios extranjeros abandonaron Munich, pero Pacelli permaneció en su puesto y se convirtió en blanco de la hostilidad bolchevique. Una vez, una turba enfurecida se abalanzó sobre su coche, gritando insultos y amenazando con volcarlo. En otra ocasión, al más puro estilo mafioso, un coche roció la residencia de Pacelli con fuego de ametralladora. Cuando convocó una protesta, le dijeron que abandonara la ciudad esa noche o moriría. No sólo se quedó, sino que incluso “subió al púlpito de la catedral de Munich en contra de las órdenes del Comité Rojo” (Fulton J. Sheen, “The Pope as I Saw Him”, Compendio católico, 1955 de octubre de 62).
Preocupado por las personas a su cargo, Pacelli envió a su asistente, Mons. Lorenzo Schioppa, para reunirse con los líderes del nuevo gobierno. La esperanza era lograr que el nuevo gobierno prometiera reconocer la inmunidad diplomática. Lamentablemente la reunión no salió bien. El único “compromiso” que pudieron conseguir los representantes fue que se reconocería la inmunidad mientras no se molestara al gobierno comunista. Se advirtió a Schioppa que si Pacelli hacía algo contra el nuevo gobierno, sería expulsado; Los comunistas no necesitaban al Papa.
Pacelli escribió a mano una carta de seis páginas a Roma, informando sobre esta reunión. Ochenta años después del hecho, Cornwell utilizó elipses y horribles errores de traducción y los presentó como “prueba” de que Pacelli era antisemita. Según Cornwell, Pacelli describió el palacio ocupado por los bolcheviques de la siguiente manera:
. . . una pandilla de mujeres jóvenes, de aspecto dudoso, judías como todos los demás, merodeando por todas las oficinas con comportamiento lascivo y sonrisas sugerentes. La jefa de esta chusma femenina era la amante de Levien, una joven rusa, judía y divorciada, que estaba a cargo. . . . Este Levien es un joven, de unos 30 o 35 años, también ruso y judío. Pálido, sucio, con ojos drogados, voz ronca, vulgar, repulsivo, con un rostro a la vez inteligente y astuto.
En verdad, esta traducción está tremendamente distorsionada. Utiliza palabras peyorativas en lugar de neutrales, más fieles al italiano original. Por ejemplo, la frase más condenatoria de la traducción, “Judíos como todos los demás”, resulta ser una traducción distorsionada e inexacta de la frase italiana. los primeros. La traducción literal sería Los primeros or los que acabo de mencionar. De manera similar, la palabra italiana formación es traducido por Cornwell como banda en lugar de grupo de XNUMX, que es más exacto. Además, el italiano grupo femenino debe traducirse como grupo femenino or grupo de mujeres, no “chusma femenina”.
Cornwell también utilizó elipses de la manera más creativa. Esta carta fue publicada íntegramente en su original italiano en 1992. El historiador anglicano John Conway revisó el libro en el que se incluyó. Ni él ni nadie en ese momento sugirió que la carta fuera antisemita. El tono antisemita fue introducido sólo por las malas traducciones de Cornwell y las elipses que redujeron una carta de seis páginas a un solo párrafo. (Dada la importancia de esa carta para el libro de Cornwell, uno podría haber esperado que el editor le exigiera que imprimiera la carta completa para incluirla en ese libro. No fue así. Está disponible en el apéndice de mi libro. Hitler, la guerra y el Papa, revisado y ampliado [Our Sunday Visitor, 2010]).
Redacción selectiva
Mientras que John Cornwell usó elipses para que pareciera que Pacelli usaba constantemente la palabra “judío” de manera peyorativa, Susan Zuccotti, en su libro de 2002 Under His Very Windows, quería mostrar que la Iglesia nunca habló en nombre de los judíos. Como resultado, varias citas del libro de Zuccotti fueron truncadas para eliminar cualquier evidencia que pudiera mostrar la preocupación del Papa por las víctimas judías. Por ejemplo, a petición del Papa Pío XII, el Secretario de Estado Maglione se reunió para presentar una protesta ante el embajador alemán después de que un gran número de judíos romanos habían sido detenidos.
Se sabía que el embajador era una voz amigable dentro del liderazgo alemán en Roma y estaba avergonzado por el trato nazi a los judíos. Maglione comenzó su memorando sobre la reunión escribiendo:
Al enterarse de que esta mañana los alemanes atacaron a los judíos, pedí al embajador de Alemania que viniera a verme y le pedí que intentara intervenir en favor de estos desafortunados. Le hablé lo mejor que pude en nombre de la humanidad, en la caridad cristiana. El embajador, que ya sabía de las detenciones, pero dudaba de que se tratara específicamente de los judíos, me dijo con voz sincera y conmovida: Siempre espero que me pregunten: ¿Por qué permanece en su cargo?
Zuccotti eliminó las cláusulas en cursiva anteriores, eliminando así las dos primeras referencias expresas del cardenal a que las víctimas eran judías. También omitió todo el párrafo final, que relataba las últimas palabras de Maglione al embajador:
Mientras tanto, repito: Su Excelencia me ha dicho que intentará hacer algo por los desafortunados judíos. Le doy las gracias por ello. El resto lo dejo a vuestro criterio. Si cree que es más oportuno no mencionar nuestra conversación [al alto mando alemán por temor a represalias], que así sea.
Así, aunque el cardenal Maglione se refirió explícitamente a los “judíos” tres veces, los lectores de Zuccotti nunca vieron esas referencias; ella los borró.
De manera similar, Zuccotti citó un informe escrito por el nuncio del Vaticano en Francia al cardenal Maglione, fechado el 7 de agosto de 1942. Este memorando se refería a la deportación de judíos de Francia a zonas desconocidas. Sin embargo, al citar el informe, Zuccotti eliminó la primera línea crucial en la que el nuncio mencionaba que había utilizado su cargo para intervenir. frequently para los judíos en nombre del Papa.
Gunther Lewy, otro crítico de Pío XII, citó a un erudito alemán para exponer su crítica a la naturaleza general de la Iglesia católica. Lewy escribió: “Para utilizar las categorías sociológicas de Ernst Troeltsch, el catolicismo es un ejemplo de 'ese tipo de organización que es abrumadoramente conservadora'. . . se convierte en una parte existente del orden existente. . . [y que sabe alcanzar su fin] mediante un proceso de adaptación y compromiso'”. Como otros han señalado, si uno rechazara la noción misma de sacramentos, podría intentar defender el argumento de Lewy. Sin embargo, no se puede utilizar legítimamente a Troeltsch para ese argumento. La segunda elipsis de Lewy cubre aquí ocho páginas de los escritos de Troeltsch.
Cita errónea engañosa
Un argumento actual se relaciona con una presentación que el Secretario de Estado Eugenio Pacelli hizo en un Congreso Eucarístico Internacional en Hungría en 1938. Este debate llegó a un punto crítico en 2010 en el blog judío australiano. Australia. Según los críticos papales, Pacelli se refirió a los judíos como enemigos de Cristo y de la Iglesia católica. Citan a Pacelli diciendo:
¡Jesús vence! El que tantas veces fue objeto de la ira de sus enemigos, el que sufrió las persecuciones de aquellos de quienes era uno, también triunfará en el futuro. . . . A diferencia de los enemigos de Jesús, que le gritaban a la cara: “¡Crucifícale!”, nosotros le cantamos himnos de nuestra lealtad y nuestro amor. Actuamos de esta manera, no por amargura, no por un sentido de superioridad, no por arrogancia hacia aquellos cuyos labios lo maldicen y cuyos corazones lo rechazan aún hoy.
Llamar a los judíos enemigos de Cristo parecería respaldar las acusaciones de los críticos. Sin embargo, hay esos puntos suspensivos engañosos justo en el medio de la cita. Nos hace preguntarnos, especialmente porque Hora La revista (6 de junio de 1938) elogió a Pacelli por haber dejado clara su oposición a los nazis.
A pesar de la posición central de esta cita en el argumento de muchos críticos papales, más notablemente Michael Phayer, parece que nadie ha rastreado su origen. Cuando lo hacemos, encontramos que el primer uso de la cita en cuestión fue en el libro de Moshe Y. Herczl, El cristianismo y el holocausto de los judíos húngaros (1993). Herczl no estuvo presente en el discurso de Pacelli. De hecho, ni siquiera miró el guión de Pacelli. Escribió en hebreo, pero citó como fuente un periódico húngaro, no el texto original en francés (que se puede encontrar en el documento del Vaticano). Discorsi y Panegirici colección) o incluso la versión italiana que apareció en el periódico vaticano.
El texto del discurso tal como fue publicado en Discorsi y Panegirici revela que la cita en cuestión no aparece en ese manuscrito. Se utilizó la elipsis para vincular pasajes muy diversos de diferentes páginas del discurso de Pacelli para dar como resultado algo parecido a la cita. Por supuesto, eso resultó en una completa distorsión de las palabras de Pacelli.
Al principio de la charla, Pacelli habló sobre la historia bíblica. Recordó la Pasión de Cristo y mencionó el desafío de los discípulos, la soledad de Getsemaní, la corona de espinas, el cinismo de Herodes y el oportunismo de Pilato. Se refirió a las masas que pedían la Crucifixión y dijo que habían sido “engañadas y excitadas por la propaganda, mentiras, insultos e imprecaciones al pie de la Cruz”. Entre los identificados como enemigos de Cristo se encontraban Poncio Pilato, Herodes, los soldados romanos, el Sanedrín y sus seguidores. No nombró a “todos los judíos” ni siquiera a “los judíos”.
Aproximadamente dos páginas más adelante en el Discorsi y Panegirici En su manuscrito, Pacelli se refería a quienes perseguían a la Iglesia en aquella época (1938) haciendo cosas como expulsar la religión y pervertir el cristianismo. Los judíos no estaban haciendo esto, pero la Alemania nazi ciertamente sí lo hacía. El futuro Papa estaba equiparando a los nazis (no a los judíos) con aquellos que persiguieron a la Iglesia en épocas anteriores.
Pacelli luego volvió al tema de cómo sufrió Cristo y dijo: “A diferencia de los enemigos de Cristo que lo crucificaron, ofrecemos nuestra fidelidad y amor”. En ninguna parte destacó a los judíos. Tampoco usó palabras parecidas a “aquellos que clamaron en su cara: '¡Crucifícale!'”. No hay forma legítima de argumentar que Pacelli estaba hablando de judíos cuando habló de los enemigos de Cristo. Los puntos suspensivos cubrían dos páginas de texto en Discorsi y Panegirici, y la cita era una invención que no refleja lo que Pacelli realmente dijo.
Herczl no vio a Pacelli pronunciar su discurso. Medio siglo después de su publicación, se basó en un periódico húngaro, Nemzeti Ujsag (Diario Nacional), como su fuente. Ese artículo tuvo una historia larga y controvertida. Un destacado estudioso en este campo, Randolph L. Braham, dijo Nemzeti Ujsag Fue una voz importante que “avanzó la causa del nacionalsocialismo, incluido el odio a los judíos”. Según Herczl, en el momento en cuestión Nemzeti Ujsag se autodenominaba “El periódico político cristiano”. Esto está bastante de acuerdo con lo que afirmaban los nacionalsocialistas en ese momento (y de lo que Pacelli se quejó en su charla). Wikipedia, refiriéndose al periódico tal como era en 1938, lo llamó “un periódico extremista húngaro”.
No está claro quién utilizó por primera vez los puntos suspensivos en este caso: el periódico, Herczl u otra persona (Herczl murió antes de que se publicara el libro). Lo más probable es que el periódico haya inventado la cita para respaldar su posición antisemita. Después de todo, Pacelli estaba criticando la posición política exacta que mantenía el periódico.
Herczl y sus seguidores deberían haber sido escépticos ante esta fuente. Ni él ni nadie habría aceptado lo que ese periódico decía sobre los judíos. Sin embargo, con varias otras fuentes confiables disponibles, ¿por qué Herczl recurrió a una fuente no confiable para obtener esta información crucial sobre un tercero como Pacelli? Más importante aún, ¿por qué críticos como Michael Phayer y John Cornwell se han basado en esta traducción al inglés de un manuscrito hebreo que cita un periódico húngaro sobre un discurso pronunciado originalmente en francés por un hablante nativo de italiano (que dominaba varios idiomas)? No hay excusas.
El problema de los textos de prueba
apologista católico Tim Staples dice que cuando alguien cita un versículo de la Biblia en un intento de refutar algún aspecto de la fe católica, es necesario leer los cinco versículos anteriores y posteriores a ese. Staples puede citar verso tras verso que, cuando se leen fuera de contexto, parecen contradecir las enseñanzas católicas. Sin embargo, muestra que cuando los versículos se leen en contexto (con los versículos adyacentes), la verdad se vuelve clara. Parece que tenemos que hacer lo mismo cada vez que vemos puntos suspensivos utilizados por un crítico papal, en caso de que intenten saltarse algo diciendo "yada, yada".