
Hace trece años difícilmente hubiera imaginado los giros que ha dado mi vida.
Crecí en un hogar moderadamente religioso de padres presbiterianos. Asistían a la iglesia con regularidad y llevaban a sus hijos con ellos. Como la mayoría de los adolescentes, rechacé sus puntos de vista religiosos en favor de una perspectiva “más amplia”. Años de búsqueda y experimentación culminaron en mi nuevo reconocimiento del cristianismo. Cuando era estudiante de primer año en la universidad, comencé un estudio intensivo del cristianismo con la intención de encontrar la “iglesia verdadera”. Los escritos de CS Lewis y Thomas Merton me llevaron hacia el anglocatolicismo. No me uní a ninguna denominación pero, habiendo decidido que el protestantismo no tenía fundamento, comencé una investigación sobre el catolicismo.
Mis estudios me llevaron a leer a los Padres de la Iglesia y la historia de la Iglesia, así como relatos de conversos al catolicismo. Después de muchos meses de lectura y preparación, fui recibido en la Iglesia Católica. Me convertí en asistente habitual de Misa y comencé a discernir la voluntad de Dios para mi vida. Cinco años de estudio y oración me llevaron a la conclusión de que Dios me estaba llamando a la vida religiosa.
Sin embargo, durante este tiempo, mis padres se divorciaron, dejándome con un sentido de comunidad y familia que faltaba en mi vida. Con ese bagaje comencé a investigar las órdenes religiosas, con la intención de solicitar admisión. Una investigación cuidadosa me llevó a una pequeña comunidad franciscana que vivía una vida relativamente monástica. Pasé un año allí, tratando de discernir si Dios me estaba llamando a esa vida. Con la ayuda de mi asesor espiritual, llegué a la conclusión de que Dios no me estaba llamando en esa dirección y, a los veinticuatro años, salí, con la bendición de la comunidad, para dedicarme a la vida secular.
La partida resultó ser un gran shock. Cuando solicité la admisión en la comunidad franciscana, nunca se me había pasado por la cabeza que Dios me llamaría a otra cosa que no fuera la vida religiosa. Tratar de adaptarme a estar de regreso en el “mundo real” me hizo tambalear, emocional y espiritualmente. Caí en una profunda depresión, preguntándome por qué Dios aparentemente me había llevado a la vida religiosa sólo para arrojarme de regreso al mundo. Intenté volver a encajar en la vida laica, pero mi inmadurez personal y mi falta de paciencia fueron mi perdición.
Pensando que una reubicación física ayudaría, trabajé, ahorré dinero y me mudé a través del país a un lugar en el que nunca había estado y donde no tenía amigos ni familiares. Tenía la intención de empezar de nuevo, pero estaba luchando contra una depresión cada vez más profunda y un problema con la bebida que se salía de control. En este estado de ánimo hice mis primeros amigos, que resultaron ser Mormón. Rápidamente me presentaron a sus misioneros, asistí a sus discusiones y, después de varias semanas, decidí unirme a su iglesia.
¿Por qué lo hice? Necesitaba comunidad, un sentido de pertenencia y una familia sustituta. Estos mormonismo proporcionó ampliamente. Escribí en mi diario en el momento en que me di cuenta de que estaba idolatrando a la familia y las relaciones. Sabía en el fondo que lo que perseguía estaba mal, pero me sentí obligado por la depresión y la necesidad de amistad. El argumento mormón de que era la iglesia “restaurada” Tenía poca influencia para mí, pero suprimí conscientemente las dudas que tenía sobre su validez y decidí unirme de todos modos, a pesar de lo que sabía que era cierto.
Rápidamente me convertí en parte de su comunidad de jóvenes adultos solteros. Cuando se enteraron de que había pasado un tiempo en un monasterio católico, mis nuevos amigos mormones empezaron a pedirme que hablara en sus reuniones. Mi ego disfrutó de su atención. Hablé en reuniones informales en varios lugares, describiendo el camino que había tomado hacia el mormonismo. Pero la información que transmití sobre la Iglesia Católica a mi entusiasta audiencia era deliberadamente falsa. Deliberadamente desvié a la gente. Mirando hacia atrás, estoy horrorizado por las tácticas que utilicé. Quizás inconscientemente, sabiendo que dado que los mormones deliberadamente transmitían información falsa y engañosa sobre su iglesia, pensé que podría emplear las mismas tácticas con respecto a la Iglesia Católica.
Pero todavía sufría un profundo sentimiento de rechazo por parte de la Iglesia al dejar la comunidad religiosa. Después de todo, lo había dado todo, sólo para ser arrojado, sin preparación, de regreso a la vida secular, con escasas perspectivas laborales, una familia rota y sin amigos verdaderos. El mormonismo me proporcionó todo esto, pero el precio que pagué fue alto. Esperaba y oraba para que algún día mis dudas sobre la iglesia mormona encontraran resolución.
Fui relativamente feliz en el mormonismo durante algunos años, siempre reprimiendo mis dudas sobre sus orígenes y su validez. Asistí a las ceremonias del templo mormón después de estar en la iglesia durante un año. Serví en muchos llamamientos y asistí al templo en cada oportunidad. Después de cinco años y de muchas indicaciones de mi padre masónico, decidí unirme a la masonería para intentar traer algún tipo de curación a nuestra relación. Había oído hablar de las similitudes entre los rituales de la masonería y los del templo mormón, pero descarté los relatos como retórica antimormona. Mi iniciación en la masonería fue para mí el principio del fin del mormonismo.
Cuando los “antimormones” hablan y escriben sobre las similitudes entre la masonería y el templo mormón, la mayoría de los mormones lo descartan de plano. Sus líderes instruyen a los mormones a mantener las ceremonias del Templo “sagradas”, es decir, secreto. No son para que los no miembros los conozcan, y sólo los conocen el pequeño porcentaje de mormones que han sido iniciados en ellos. A los mormones se les enseña que las ceremonias son lo más destacado de su vida religiosa y que tendrán experiencias espirituales incomparables dentro de los muros del templo. Muchos mormones no están preparados para saber cuán diferentes son los rituales del templo mormón de las prácticas ordinarias de la iglesia. Sin embargo, las ceremonias del templo se han modificado a lo largo de los años para dar cabida a algunas de las preocupaciones expresadas en encuestas internas. Es curioso cómo funciona la “revelación”.
Las ceremonias del templo mormón enseñan al iniciado apretones de manos y contraseñas secretas que se supone permiten al miembro “pasar por delante de los ángeles que actúan como centinelas, pudiendo darles las palabras clave, signos y señales pertenecientes al santo sacerdocio, y obtener tu exaltación eterna a pesar de la tierra y el infierno” (para citar a Brigham Young, el segundo presidente de la Iglesia Mormona). La masonería enseña lecciones al iniciado utilizando los símbolos de la geometría y la mampostería de piedra. Los símbolos masónicos de la escuadra, el compás y el nivel se utilizan en el “vestido del santo sacerdocio” en el mormonismo, aparentemente ropa interior sagrada que los mormones están obligados a usar “día y noche” durante toda su vida.
La masonería asigna al iniciado el papel de “Hyrum, rey de Tiro”, el supuesto arquitecto principal del templo de Salomón. La masonería también utiliza los mismos apretones de manos secretos y sanciones, siendo para los masones la forma por la cual un masón reconocería a otro masón. Baste decir que cuando experimenté las similitudes entre el templo mormón y los rituales masónicos, mi fe en el mormonismo comenzó a desmoronarse. Había asistido literalmente a cientos de sesiones en templos mormones, realizando trabajos rituales por poder para mis antepasados no mormones, por lo que conocía bien los rituales. Experimentar de primera mano las similitudes inició una larga investigación sobre los orígenes mormones.
Para abreviar la historia, mis investigaciones me enseñaron que las afirmaciones del mormonismo estaban en completa contradicción con la evidencia. A medida que seguí reuniendo evidencia tanto de fuentes mormonas como no mormonas, toda la estructura se vino abajo.
Afirmación mormona: Joseph Smith Fue un profeta de Dios y mártir por su fe.
En realidad: Joseph Smith fue arrestado por “buscar dinero”, usó un “talismán mágico”, cometió adulterio con mujeres de apenas catorce años, “se casó” con las esposas de otros hombres, defraudó a cientos de personas en una estafa bancaria y de especulación de tierras, era masón y Murió en un tiroteo después de dar la señal de socorro masónica a la multitud de abajo.
Afirmación mormona: El Libro de Mormón es verdadero y fue traducido por el “don y poder de Dios” y es “el más perfecto de todos los libros”.
En realidad: Hay no evidencia arqueológica que respalda el Libro de Mormón (de hecho, todos los estudios arqueológicos demuestran que el Libro de Mormón es bastante falso). Grandes porciones de Isaías se encuentran en el Libro de Mormón, junto con muchos otros versículos palabra por palabra o ligeramente reescritos, junto con historias similares (bailarinas y profetas decapitados, escrituras en la pared, etc.). De hecho, Joseph Smith se puso un sombrero en la cara y buscó en una “piedra vidente” para “traducir” las planchas inexistentes. Se han realizado más de cuatro mil revisiones del libro más perfecto desde que se escribió por primera vez. Aunque la mayoría se referían a la ortografía y la puntuación, algunos eran teológicamente significativos o “políticamente correctos”.
Afirmación mormona: Las ceremonias del templo fueron reveladas por Dios a Joseph Smith.
En realidad: las ceremonias del templo son adaptaciones de los rituales de la masonería y contienen elementos particulares de su práctica en los Estados Unidos del siglo XIX. Joseph Smith Fue nombrado masón por el gran maestro de la Gran Logia de Illinois antes de sus “revelaciones” de las ceremonias del templo. La gran mayoría de los miembros masculinos de la Iglesia SUD en Nauvoo, Illinois (la antigua sede de la Iglesia Mormona) eran masones, incluido el hermano de José, Hyrum. Desde que fueron formuladas originalmente, las ceremonias del templo han sufrido importantes revisiones, sobre todo en la eliminación de los juramentos de sangre.
Afirmación mormona: La Iglesia Mormona enseña el “Evangelio Restaurado”.
En realidad: la Iglesia Mormona no enseña nada parecido al evangelio tal como lo enseña la Iglesia Apostólica. La Iglesia Apostólica no cayó en la apostasía. Los registros son claros de que la enseñanza y la autoridad apostólicas pasaron a los obispos de la Iglesia y al sucesor de Pedro en particular.
Afirmación mormona: Un profeta de Dios dirige la Iglesia Mormona.
En realidad: los “profetas” mormones son famosos por cambiar de opinión. Brigham Young, por ejemplo, enseñó que Adán era “nuestro Dios, y el único dios con quien tenemos que tratar”, una enseñanza que más tarde despreciaron los presidentes de las iglesias.
Afirmación mormona: La Iglesia Mormona es la “Iglesia Única y Verdadera”.
En realidad: una afirmación difícil de cumplir cuando se enseña un evangelio completamente diferente al enseñado por el mismo Jesús y por quienes los conocieron y los sucedieron. Si hubiera una apostasía completa y una pérdida de autoridad, podría ser necesaria una restauración, pero nunca iba una apostasía. El evangelio enseñado por la Iglesia de Cristo es el mismo “ayer, hoy y por los siglos”.
Después de varios años de estudio, decidí de una vez por todas dejar el mormonismo y regresar a la Iglesia católica. Renuncié formalmente a mi membresía el año pasado y fui recibido nuevamente en la fe católica, “que nos viene de los Apóstoles”.
Aprendí mucho entrando, a través y saliendo del mormonismo. Aprendí sobre la necesidad de que las personas tengan relaciones sanas y satisfactorias en la Iglesia. Aprendí que cualquier necesidad humana puede ser idolatrada hasta el punto de obstaculizar nuestra relación con Dios. Aprendí que sólo porque alguien sea “agradable” no significa que tenga razón. Y aprendí que los grupos de alto control como los mormones se aprovechan de los débiles y necesitados. Cuando me encontré con el mormonismo por primera vez estaba confundido, deprimido y sin amigos. El mormonismo ofreció una solución mágica a mis problemas, pero a expensas de mi salvación.
Si bien amo y admiro a muchos mormones, me parece trágico que parezcan contentos de asistir a reunión tras reunión, realizar ritual tras ritual, sin encontrarse nunca con Dios en forma humana: Jesucristo. Ésa es la verdadera tragedia del mormonismo.