
Los escritores inspirados del Antiguo Testamento tenían una gran percepción de la majestad, la terrible santidad de Dios. Sabían que nada impuro podrá resistir ante él. Sin embargo, sabemos por Pablo (1 Cor. 13:12) que en el cielo el alma tiene una visión de Dios, lo ve cara a cara. Ése es un lenguaje metafórico (un alma no tiene ojos, Dios no tiene rostro), pero transmite una verdad asombrosa. Significa que el alma conocerá a Dios directamente.
¿Cómo es posible? Cuando vemos a alguien en esta tierra, captamos en nuestros ojos y en nuestro cerebro una imagen de él. Esto funciona bastante bien, porque aunque cualquier imagen es finita o limitada, también lo es la persona que la toma. Pero ¿qué imagen podría dar a conocer a Dios? Ninguno, por supuesto. Entonces el alma debe conocer a Dios sin imagen. Esto sólo puede ser si Dios se une directamente a esa alma, para hacer lo que haría una imagen al ver a otros.
Dios no se unirá a nada contaminado, sin embargo, eso es precisamente lo que pensaba Lutero, lo que piensan quienes pretenden una salvación infalible. Lutero afirmó (en la Epístola 501, escrita a Melanchthon): “Incluso si pecas mucho, cree más”. El hombre puede ser (y realmente es) corrupción total, según Lutero, pero a Dios eso no le importa. El Espíritu Santo podría incluso habitar en la corrupción total, decía erróneamente Lutero.
Pensó que la justificación no era una verdadera limpieza; era simplemente que los méritos de Cristo, como un manto blanco, serían arrojados sobre los pecados del pecador. Dios no miraría debajo del manto, pero el pecador permanecería totalmente corrupto.
Todo esto es imposible (nada inmundo entrará al cielo, dice Apocalipsis 20:27), por eso debe haber algún medio de purgación después de la muerte, si el alma no es completamente pura. Debe haber un purgatorio.
Lógicamente, si uno sigue la fantasía de Lutero, un hombre que sale y mata a varios otros y luego se dispara contra sí mismo, ¡debería ir inmediatamente a unirse a la pureza infinita de Dios! Lutero escribió: “Sé pecador y peca con valentía, pero cree y regocíjate en Cristo aún con más valentía... Ningún pecado nos separará del Cordero, aunque cometamos fornicación y asesinato mil veces al día”.
Judas Macabeo tenía toda la razón al ofrecer sacrificios en el Templo por las almas de los caídos en la batalla que habían pecado al usar amuletos (2 Mac. 12:42-46). Pero, objetarán nuestros amigos protestantes, ¡ese libro no está en la Biblia! A lo que respondemos: Un destacado profesor bautista, Gerald Burney Smith, examinó en 1929 todos los medios que se le ocurrieron para determinar qué libros son inspirados y cuáles no. No encontró ningún camino posible a menos que hubiera una autoridad docente divinamente protegida para decidir. Eso sí, negó que existiera tal autoridad. Informó que Lutero dijo que, si un libro predica firmemente la justificación por la fe, el libro es inspirado. Pero eso no puede ser cierto. Lutero nunca demostró que ese fuera el criterio y, además, él mismo podría escribir un libro así (y yo también), y no estaría inspirado. Además, muchos libros de la Biblia no predican en absoluto la justificación por la fe, pero son inspirados.
Los católicos tienen el tipo de autoridad docente que le faltaba a Burney. Es la Iglesia Católica, como encontramos en un estudio de apologética. Esa autoridad docente ha determinado que los Libros de los Macabeos son inspirados. (En realidad, ningún protestante debería citar las Escrituras en absoluto, porque no tiene medios para determinar qué libros son inspirados, ¡a menos, por supuesto, que acepte la autoridad de la Iglesia Católica!)