
Es el deseo de la Iglesia que sus hijos conozcan la Biblia.
En el pasado. La literatura anterior a la reforma está saturada de citas bíblicas. Gran parte de lo que nos queda consiste en libros de la Biblia o breviarios que están compuestos casi en su totalidad de Escrituras. La literatura de sermones de la Edad Media era un mosaico de textos de las Escrituras. Los predicadores usaban la Biblia mucho más de lo que se acostumbra hoy en cualquier púlpito. La lectura de media hora de los sermones de un Bernardo o de una Buenaventura nos muestra que los predicadores casi pensaban en textos de las Escrituras. Para aquellos que no sabían leer, la Iglesia además proporcionó el conocimiento de la Biblia por medio de obras de misterio, ediciones ilustradas de partes o de la totalidad de la misma, pinturas, esculturas y vidrieras de sus iglesias: la estatuaria de un gran La catedral es conocida como la Biblia de Amiens. De la Biblia en imágenes, el Sínodo de Arras (1025) dijo: “Los analfabetos contemplaban en los rasgos de la pintura lo que ellos, al no haber aprendido nunca a leer, no podían discernir en la escritura”.
Para el hombre de la Edad Media la Biblia era una realidad viva.
En el presente. Los sacerdotes están obligados a leer las Escrituras en su Oficio, o a las oraciones diarias, durante aproximadamente una hora y media cada día.
Los laicos están más que animados, están instó para leer la Biblia. Por Pío VI (1778), por Pío VII (1820), fueron exhortados fervientemente a leerlo; por León XIII se dio una bendición especial a todos los que leyeran los Evangelios durante al menos un cuarto de hora al día. Benedicto XV (fundador de la Sociedad de San Jerónimo para la distribución de los Evangelios en italiano, que vende cada año grandes cantidades) envió, a través del Cardenal Secretario de Estado, el siguiente mensaje a la Sociedad de la Verdad Católica:
“Fue con no poca alegría de corazón que el Santo Padre se enteró del trabajo de la Compañía y de su diligencia en difundir por todas partes ejemplares de los Santos Evangelios, así como de los demás libros de las Sagradas Escrituras, y en multiplicar para llegar a todos los hombres de buena voluntad. Por tanto, con mucho amor su Santidad bendice a todos los que han puesto sus manos en esta excelente obra; y les exhorta encarecidamente a perseverar con ardor en tan santa empresa”.
De hecho, la Sociedad Católica de la Verdad ha vendido casi 500,000 copias de varios libros de las Escrituras, especialmente de los Evangelios, y la venta aún continúa. Estos deben haber sido comprados por católicos, porque los protestantes tienen su propia versión, y su circulación proporciona en sí misma una respuesta suficiente a la tradición protestante.
La mejor prueba del cuidado de la Iglesia por proporcionar la Biblia a sus hijos en todo el mundo la da la confesión de los misioneros no católicos y otros. “Las mejores traducciones de Biblias extranjeras publicadas por nuestras Sociedades Bíblicas” (dijo uno de ellos, el Dr. Wolff), “son reimpresiones de las realizadas por la Propaganda de Roma”. Se puede dar una breve lista de algunos casos sorprendentes en los que la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera utilizó traducciones que, según descubrieron, habían sido hechas por católicos muchos años antes de que existiera su Sociedad. Estos hechos son atestiguados principalmente por escritores no católicos:
El armenio Testamento, comprado por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, 1818, de Armeno-
Colegio Católico, Venecia.
El amárico Versión (dialecto principal abisio) preparada en El Cairo por los franceses.
El árabe, impreso en Roma, 1671.
El NT etíope, traducido por los jesuitas.
El tártaro, publicado casi 500 años antes de que comenzaran las misiones protestantes.
Los chinos Versión católica, dos siglos anterior a cualquier otra.
Los cingaleses, al menos igualmente temprano, encontrado por un misionero protestante.
el persa, publicado en Kaffa, 1341.
El ruso, impreso en Alcalá, 1515; Venecia, 1518.
Las autoridades de estos hechos se dan en Marshall's Misiones cristianas, vol.1. Lo mismo ocurrió en los casos de la copto, tamil, anamita, malayalim y muchas otras versiones orientales. Además, cuando la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera penetró en Polonia, encontraron cuatro ediciones de la Biblia completa y dos del Nuevo Testamento publicadas por los católicos (Herbert Marsh, DD, Consulta relativa a B. & FBS, p. 67)
¿Qué ha causado la impresión general de que la Iglesia no quiere que sus hijos lean la Biblia?
Su pretensión de guiarlos y enseñarles en el lectura y Automática de ello: Se incurre en peligro de muchas maneras al poner la Biblia, sin guía, en manos de niños o de personas incultas. Nadie sostendría que el Antiguo Testamento en su totalidad es apto para que los jóvenes incluso lean; Una vez más, es absolutamente necesaria alguna explicación para muchas partes del Antiguo y del Nuevo Testamento).
Su negativa a permitir que sus hijos utilicen traducciones falsas e incompletas. Hubo un tiempo en que las traducciones de la Biblia fueron falsificadas en interés de ciertas herejías. Tyndale, por ejemplo, siempre sustituyó la palabra "congregación" por "Iglesia"; y “ordenanza” por “tradición”, debido a la connotación católica que se atribuye a estas palabras. También tradujo: “Hijitos, guardaos deimágenes”, en lugar de utilizar la representación más precisa "ídolos ". Nuevamente la versión anglicana autorizada tradujo I Cor. 11:2; p.ej, "y bebed esta copa”, de modo que la costumbre católica de la Comunión bajo una sola especie parezca condenada por ella. La versión revisada ha corregido esto y el texto ahora dice “ or bebe esta copa”.
El daño causado por las malas traducciones y por la falta de un intérprete puede verse especialmente si examinamos los esfuerzos de varias Sociedades Bíblicas y misioneros no católicos en el último siglo. En China, India y otros lugares, alteraron las versiones católicas o escribieron otras nuevas en varios dialectos antes de adquirir un conocimiento real del idioma al que estaban traduciendo; Estos los dispersaron y los difundieron, sin explicación. Los nativos educados declararon que en muchos casos las traducciones eran tan malas que no tenían ningún sentido, y en otros casos eran incluso blasfemas: no derivaban de ellas más que desprecio por el cristianismo. Además, la forma en que se distribuyeron estos libros sagrados sorprendió a todos, especialmente a los mahometanos, quienes declararon que nada los induciría a entregar el Corán a nadie a menos que estuvieran seguros de que sería tratado con respeto. Estas Biblias se usaban a menudo como envoltorios para drogas y otras mercancías, papel tapiz o cubiertas para cartuchos (Ver Marshall's Misiones cristianas, vol. 1., cap. 1).
Quizás se pueda admitir que en algunos períodos y en algunos países esta cautela de la Iglesia se haya llevado al exceso; pero a la larga la comprensión de la existencia de dificultades y de la necesidad de un intérprete ha en conserva la Biblia para los católicos cuando otros la están perdiendo. (Para un tratamiento más completo de este punto, ver Parte I).
III—¿Cómo deben leer la Biblia los católicos?
Los católicos comunes y corrientes deben dejarse guiar por la Iglesia en la lectura de la Biblia. Comencemos con el Misal. Luego, para quienes tengan tiempo, el Breviario nos muestra el pensamiento de la Iglesia desde la hermosa manera en que las Escrituras, la vida de los santos y el pensamiento de los grandes Doctores y Padres se reúnen en una unidad viva. Al seguir las estaciones año tras año en el Misal y el breviario, estamos utilizando uno de nuestros privilegios católicos más preciados. El significado de las grandes fiestas se vuelve más actual para nosotros y nos ilustra la Biblia.
Por supuesto, podemos leer la Biblia como literatura, como una serie de documentos de extraordinario interés humano.
Nuestro principal beneficio, no sólo para nosotros mismos, sino también en nuestro trabajo para los demás, radicará en leerlo con devoción.
Algunos deben, por supuesto, emprender el trabajo de revisión de textos, alta crítica, etc., pero éste es el oficio de los expertos. IV. Sobre todo y finalmente:
Si queremos entender un libro, queremos saber el objetivo para el que fue escrito; Si para comprender a un hombre, nos preguntamos cuál es el pensamiento principal y el objetivo de su vida. Al tratar de vislumbrar un sistema de pensamiento buscamos aquello que es central y alrededor del cual se agrupa todo lo demás.
¿Qué es el centro de la Biblia? El Hijo de Dios se hizo hombre por nosotros. Sólo a la luz de esa figura central podemos entender el Antiguo Testamento, así como el Nuevo. Todas las grandes personalidades del Antiguo Testamento se nos presentan principalmente como tipos de él. Habla a través de las palabras del Profeta y del Patriarca. Su voz se escucha en los Salmos de David. Todo el Antiguo Testamento es una espera y una preparación para la venida de Cristo. El Nuevo Testamento mira hacia atrás y cuenta la historia de esa venida y del cumplimiento de la misión de Cristo en su Iglesia, y luego espera una vez más esa gloriosa segunda venida, cuando todas las cosas estarán visiblemente sujetas a él, y Dios será considerándolo todo.
Extendiéndose a través de las montañas y las llanuras de Israel, a veces vagamente visible, a veces claramente visible, va ese Camino que es también la Verdad y la Vida. Y en una simple frase Cristo nos dice su secreto divino: “Antes que Abraham fuera creado, yo existo”.
Es esto lo que le da a la Biblia su asombrosa unidad; es en su luz que vemos la luz y la Biblia cobra vida para nosotros leída en esa luz que es la vida de los hombres.
“En el principio Dios creó los cielos y la tierra. . . . Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3).
“En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. . . Esa fue la verdadera Luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo”. (Juan 1:9).