
El escritor anticatólico Dave Hunt vuelve a hacerlo. Gran parte de sus libros anteriores se han dedicado a atacar a la Iglesia católica. Ahora ha escrito un libro completo haciéndolo.
En su publicidad anticipada para Una mujer cabalga sobre la bestia: la Iglesia católica en los últimos días, Hunt proclama que este libro “no es la especulación descabellada de un hombre. . . . Este importante libro eclipsará La seducción del cristianismo [El libro anteriormente más popular de Hunt] en su impacto en la iglesia”.
Sin embargo, en el mismo número de su boletín que incluía esta publicidad, TA McMahon, director ejecutivo de la organización de Hunt, admitió que ha habido problemas para lograr que los distribuidores de libros evangélicos la publiquen. Afirma: “El nuevo libro de Dave (que se publicará en agosto) ya está encontrando resistencia por parte de los compradores de librerías cristianas”.
La tesis de Hunt es que la Iglesia Católica es la ramera de Babilonia mencionada en Apocalipsis 17-18. Lectores de su boletín, La llamada de Berea, se les dio un adelanto de por qué dice esto. El número de julio de 1994 publicó un artículo titulado “Una ciudad sobre siete colinas”, una condensación de uno de los capítulos clave del libro. Hunt presentó nueve argumentos para demostrar que la Iglesia católica es la gran ramera.
Colinas o montañas?
El primer argumento de Hunt es que la puta "es una ciudad construida sobre siete colinas". Las identifica como las siete colinas de la antigua Roma. Este argumento se basa en Apocalipsis 17:9, que afirma que la mujer está sentada sobre siete montes.
Para que el pasaje diga que la mujer está sentada sobre siete colinas, Hunt inserta las palabras “o colinas” en el texto de la versión King James (KJV) que cita. Cita Apocalipsis 17:9 de la siguiente manera: “Y aquí está la mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes [o colinas] sobre los cuales se sienta la mujer”.
Hunt sugiere que la palabra griega Oros, traducido por la KJV como "montaña", debería traducirse "colina". Aunque ésta es una traducción posible, es poco probable desde el punto de vista léxico. De las 65 apariciones de esta palabra en el Nuevo Testamento, sólo tres se traducen como “colina” en la KJV. Los 62 restantes se traducen como “montaña” o “monte”. Las traducciones protestantes modernas de la Biblia tienen proporciones similares. La Nueva Versión Estándar Revisada (NRSV) traduce Oros como “colina” sólo dos veces, y el resto como “montaña” o “monte”. Dadas estas cifras, la evidencia léxica indica una probabilidad abrumadora de que Oros en Apocalipsis 17:9 debería traducirse “montaña”, tal como lo dice la KJV.
Esto deja abierta la interpretación de Hunt del pasaje. Quiere hacernos creer que las “siete colinas” se refieren a las siete colinas sobre las cuales se construyó la antigua ciudad de Roma, pero si el pasaje dice que la ramera se sienta sobre “siete montañas”, la referencia podría ser a cualquier cosa.
Ni siquiera es necesario que las montañas sean literales, ya que las montañas son símbolos comunes en la Biblia. Una montaña puede simbolizar un reino. En Daniel 2:35 el reino de Cristo se ve como una montaña. En el Salmo 68:15, el reino de Basán se describe como una montaña. En Abdías 8-21 el reino de Edom se compara con una montaña. En Amós 4:1 y 6:1 el reino de Samaria se representa como una montaña. Las “siete montañas” de la ramera podrían ser siete reinos sobre los que ella reina o siete reinos con los que tiene algo en común.
El número siete puede ser simbólico, ya que a menudo representa lo completo en la Biblia. Si es simbólico en Apocalipsis 17:9, los siete montes podrían simbolizar que la ramera reina sobre todos los reinos de la tierra o (lo que viene a ser lo mismo) que ella reina sobre todos los montes literales de la tierra.
Incluso si concedemos eso Oros debería traducirse “colina” en este pasaje y que estas son siete colinas literales, esto todavía no nos limita a Roma. Otras ciudades se han construido sobre siete colinas, lo que Hunt admite y afirma: “Algunas otras ciudades están [construidas sobre siete colinas], pero sólo Roma cumple con todos los criterios, incluido el de ser conocida como Babilonia”. Admite que su argumento basado en las siete colinas no es concluyente, incluso dada su improbable traducción.
Hay más problemas con el argumento de Hunt. Incluso si admitimos que la referencia es a Roma, ¿de qué Roma estamos hablando? ¿Roma pagana o Roma cristiana? Como veremos, la Roma pagana se ajusta mejor a los criterios de Hunt que la Roma cristiana.
Cuando hacemos la distinción entre la Ciudad del Vaticano –la ciudad donde tiene su sede la Iglesia Católica– y la ciudad de Roma, el postulado de Hunt es aún más improbable, ya que la Ciudad del Vaticano no está construida sobre siete colinas, sino sobre una sola: la Colina del Vaticano. Esta colina es no está uno de los siete sobre los que se construyó Roma. Esos siete (los cerros Quirinal, Viminal, Esquilino, Celio, Aventino, Palatino y Capitolino) están ubicados en el lado este del río Tíber. La colina del Vaticano se encuentra en el lado oeste.
Conocida como Babilonia
Hunt presenta su segundo argumento de manera informal, aun cuando admite que su primer argumento no es concluyente. Apela a un segundo criterio para apuntalar el primero, afirmando que la puta será una ciudad “conocida como Babilonia”. Esto se basa en Apocalipsis 17:5, que dice que el nombre de la ramera es "Babilonia la Grande".
(El nombre de la ciudad no es “Babilonia Misteriosa”, como afirman algunos fundamentalistas. La palabra “misterio” indica que la adscripción “Babilonia la Grande” es un nombre simbólico, por lo que no puede referirse a la ciudad de Babilonia reconstruida en Irak. como algunos fundamentalistas afirmaron que debía ocurrir durante la Guerra del Golfo. La RSV traduce mejor el pasaje: “y en su frente estaba escrito un nombre misterioso: 'Babilonia la grande, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra'”.
La frase “Babilonia la grande” (griego, Babulón una megala) aparece cinco veces en Apocalipsis (14:8, 16:9, 17:5, 18:2 y 18:21). Se arroja luz sobre su significado cuando uno se da cuenta de que en el libro se hace referencia a Babilonia como “la gran ciudad” siete veces (16:19, 17:18, 18:10, 16, 18, 19, 21). Aparte de estas, sólo hay una referencia a "la gran ciudad" (11:8), que afirma que los cuerpos de los dos testigos de Dios "yacerán en la calle de la gran ciudad que alegóricamente se llama Sodoma y Egipto". , donde su Señor fue crucificado”.
Este versículo nos dice que “la gran ciudad” es simbólicamente llamada Sodoma. Esto se refiere a Jerusalén, que se llama “Sodoma” en Isaías 1:10 y Ezequiel 16:1-3, 46-56. (Jerusalén es en comparación con a Sodoma en otros versículos). Sabemos que Jerusalén es “la gran ciudad” de Apocalipsis 11:8 porque el versículo dice que esa ciudad era “donde [el] Señor fue crucificado”. Jesús, por supuesto, fue crucificado en Jerusalén.
El Apocalipsis habla constantemente como si hubiera una sola “gran ciudad” (“los gran ciudad”), sugiriendo que la gran ciudad de 11:8 es la misma que la gran ciudad mencionada en los otros siete textos: Babilonia (= Jerusalén). Esto sugiere que Babilonia la Grande tal vez no sea Roma, sino Jerusalén. De hecho, Hunt admite que Jerusalén se ajusta a uno de sus otros criterios (ver más abajo). Ha habido comentaristas, tanto protestantes como católicos, que han adoptado esta interpretación. Una escuela de intérpretes protestantes de la Biblia (los seguidores de David Chilton) ha hecho que esto sea crucial en su interpretación del Apocalipsis, que es visto como una demanda de pacto contra la Jerusalén apóstata por su persecución de los cristianos.
Entre los Padres de la Iglesia era común referirse a Roma como “Babilonia”, pero incluso aquí Hunt tiene problemas porque todas esas referencias eran a la Roma pagana, que martirizó a los cristianos, en lugar de a la Roma cristiana. También estaría el problema de que la Ciudad del Vaticano no existía en la época de los Padres.
Las fornicaciones de la puta
En su tercer argumento, Hunt afirma: “Se llama 'ramera' a la mujer (v. 1), con quien los reyes terrenales 'han fornicado' (v. 2). Sólo contra dos ciudades se podría hacer tal acusación: Jerusalén y Roma. Jerusalén fue acusada de fornicación espiritual por numerosos profetas (Isaías 1:21, etc.), pero no cumple con los otros criterios”. Hunt admite que los profetas frecuentemente se referían a Jerusalén como una prostituta espiritual. Esto sugiere que la ramera de Babilonia podría ser la Jerusalén apóstata. Debido a esto, Hunt vuelve a admitir que su argumento no es concluyente; apela a “los otros criterios” para apuntalarlo.
Para identificar a la puta con la Ciudad del Vaticano, Hunt interpreta la fornicación como “alianzas impías” forjadas entre la Ciudad del Vaticano y otras naciones, pero no cita ninguna razón por la cual las relaciones diplomáticas del Vaticano con otras naciones son “impías”. (Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas con esos mismos países. ¿Significa eso que esas relaciones son “impías”?) Hunt ignora el hecho de que la Roma pagana tenía “alianzas impías” con los reinos que gobernaba (impías porque estaban construidas sobre el paganismo y el emperador). culto).
Ahora en tecnicolor
Para su cuarto argumento, Hunt afirma: “Ella [la ramera] está vestida de 'púrpura y escarlata' (v. 4), los colores del clero católico”. Él cita el Enciclopedia católica para mostrar que los obispos visten de púrpura y los cardenales visten de escarlata (rojo). Esta línea de razonamiento tiene problemas.
En lugar de asignar a los colores de la puta su significado simbólico (púrpura para la realeza, rojo para la sangre de los mártires), Hunt es repentina y sorprendentemente literal en su interpretación. Se dio cuenta lo suficientemente bien como para que la mujer simboliza una ciudad y que la fornicación simboliza algo más que un acto sexual, pero ahora quiere asignar a los colores una realización puramente literal en la vestimenta de los eclesiásticos católicos.
Además, el morado y el rojo no son los colores dominantes en la vestimenta clerical. El blanco y el negro lo son. Consideremos a los “clericales” del sacerdote promedio (traje negro con cuello romano blanco); La vestimenta clerical de los sacerdotes nunca es morada o roja, y sólo durante un breve período durante el año litúrgico usan casullas de color púrpura o rojo. Pero cada sacerdote usa un alba blanca en la misa. Incluso los obispos y cardenales suelen vestir de negro (mira al obispo o cardenal que encabeza tu diócesis). Y el Papa, por supuesto, siempre viste de blanco.
La púrpura y el escarlata de la ramera contrastan con el blanco que usa la Nueva Jerusalén, la Novia de Cristo (Apocalipsis 19:8). Esto plantea dos problemas más para Hunt: a la vestimenta de la Novia se le da una interpretación simbólica (“las acciones justas de los santos” 19:8), lo que implica que a la vestimenta de la ramera también se le debe dar un significado simbólico, y la identificación de la novia como Nuevo Jerusalén (Apocalipsis 3:12, 21:2, 10) sugiere que la ramera puede ser los ancianos , la Jerusalén apóstata –un contraste usado en otras partes de las Escrituras (Gálatas 4:25-26).
Otro problema para Hunt es que ignora el significado litúrgico de los colores morado y rojo. El morado simboliza el arrepentimiento y el rojo honra la sangre de Cristo y los mártires cristianos; ambas cosas son nobles, mientras que en el Apocalipsis estos colores revelan cuán innoble es la ramera.
Es totalmente apropiado que los clérigos católicos vistan de púrpura y escarlata porque estos han sido colores litúrgicos desde el antiguo Israel. De hecho, junto con el azul y el blanco, eran los colores dominantes de la liturgia israelita. Dios ordenó que las cortinas que formaban las paredes del Tabernáculo fueran hechas con hilo de púrpura y escarlata (Éxodo 25:4, 26:1, 31, 36, 27:16, 36:8, 35, 37, 38:18, 39:34). Ordenó que el tabernáculo tuviera un techo hecho de pieles de carnero teñidas de rojo (Éxodo 26:14, 36:19, 39:34). Mandó que cuando fueran trasladados, la mesa del pan de la presencia se cubriera con un paño escarlata (Núm. 4:8) y el altar de bronce con un paño de púrpura (Núm. 4:13). Ordenó que se usaran hilo y lana escarlata en las ceremonias litúrgicas (Levítico 14:4, 6, 49-52, Números 19:6). Mandó que las vestiduras de los sacerdotes se hicieran con hilo de púrpura y escarlata (Éxodo 28:4-8, 15, 33, 39:1-8, 24, 29). Si no había nada siniestro en que los israelitas usaran estos colores ordenados por Dios entonces, no hay nada siniestro en que el clero católico los use ahora.
A riesgo de repetir el mismo punto con demasiada frecuencia, cabe señalar que los colores púrpura y escarlata, tomados literal o simbólicamente, pueden representar a la Roma pagana o a la Jerusalén apóstata. Ambas eran ciudades capitales reales y ambas derramaron la sangre de mártires cristianos.
Oro y piedras preciosas
A continuación, Hunt afirma: “La increíble riqueza [de la puta] llamó la atención de John. Estaba "engalanada con oro, piedras preciosas y perlas". ..'[7:4].” Él cita el Enciclopedia católica, que establece que la cruz pectoral que llevan los obispos debe ser de oro y adornada con gemas.
De nuevo Hunt pasa a una interpretación absurdamente literal. No considera que el oro y las joyas que llevaba la puta sean símbolos de la riqueza de la ciudad, sino prendas reales usadas por el clero católico (y sólo ciertos clérigos; los sacerdotes y diáconos, la gran mayoría del clero católico, no usan un cruz pectoral).
Sin embargo, es apropiado que el clero de alto rango use tales adornos porque tales cosas han sido parte de la práctica litúrgica de la religión verdadera desde la antigüedad. Dios ordenó que el efod y el pectoral que llevaba el sumo sacerdote estuvieran hechos de oro, piedras preciosas y gemas, incluidos el rubí, el zafiro, la esmeralda y la amatista (Éxodo 25:7, 28:6-29, 35:9, 27, 39:3-21). Mandó que el turbante del sumo sacerdote tuviera una diadema sagrada (placa de corona) hecha de oro puro (Éxodo 29:6, 39:30, Levítico 8:9). El oro debía usarse en las vestiduras sacerdotales en general (Éxodo 28:4-5). El propósito de estas vestiduras y decoraciones era dar al sumo sacerdote y a los sacerdotes “dignidad y honra” o “gloria y hermosura” (Éxodo 28:40). El clero católico se ajusta a la Biblia al utilizar estos materiales para honrar a Dios y su santo ministerio.
Aun así, el problema de Hunt sigue siendo su ingenuo literalismo en este punto. El oro y las gemas que lleva la ramera no simbolizan prendas de vestir reales, sino la gran riqueza de la ciudad, una riqueza más propia de la Roma pagana o de la Jerusalén apóstata que del Vaticano moderno, que en realidad maneja un presupuesto. déficit cada año y que tiene un presupuesto total del tamaño del de la Arquidiócesis de Chicago.
Una copa de oro
Hunt señala que la ramera “tiene 'una copa [cáliz] de oro en su mano, llena de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación'”. Esta es otra referencia a Apocalipsis 17:4. Hunt vuelve a citar el Enciclopedia católica, este pasaje describe el cáliz eucarístico como “el más importante de los vasos sagrados”. Dice que “la Iglesia es conocida por sus miles de cálices de oro en todo el mundo” y da una larga cita sobre una iglesia en Lourdes, Francia, que tiene una valiosa colección de cálices de oro. Pero el argumento de Hunt está plagado de lagunas.
Para que la copa de oro de la ramera sugiera el cáliz eucarístico, inserta la palabra “cáliz” entre corchetes, aunque la palabra griega aquí es la palabra común para copa (poterión), que aparece 33 veces en el Nuevo Testamento y siempre se traduce
"taza."
Hunt ignora que el cáliz se usa en la celebración de la Cena del Señor –un ritual ordenado por el mismo Cristo (Lucas 22:19-20, 1 Cor. 11:24-25)– e ignora el hecho de que la abrumadora mayoría de la Eucaristía Los cálices que usan los católicos son no está hecho de oro, pero de otros materiales, como latón, plata, vidrio e incluso loza (aunque el interior del cáliz suele estar acabado con una fina capa de oro, pero tal vez también lo esté el reloj de pulsera que usa Hunt) .
Hunt parece no darse cuenta de que en el Antiguo Testamento se ordenaba el uso de vasos y utensilios litúrgicos de oro (Éxodo 25:38-40, 37:23-24, Números 31:50-51, 2 Crón. 24:14), y nuevamente utiliza una interpretación absurdamente literal, según la cual la copa de la ramera no es un símbolo que se aplica a una sola ciudad de Roma, sino una colección de miles de copas reales utilizadas en miles de ciudades de todo el mundo.
No sorprende que Hunt no intente interpretar el contenido de la copa (“abominaciones e inmundicias de su fornicación”). Las abominaciones y fornicaciones que cometió la ramera son adulterio espiritual (al que Hunt ya ha aludido), alianzas políticas impías (ídem) o la persecución de mártires cristianos (ver 17:6, 18:6). No tienen nada que ver con el vino (y más tarde la sangre de Cristo) que se encuentra en los cálices católicos.
Finalmente, Hunt ni siquiera utiliza el resto del libro de Apocalipsis para ayudarle a interpretar la copa de la ramera. En otros lugares se nos dice que es la copa de la ira de Dios (Apocalipsis 14:10, 16:9). Dios mezcla su ira en la copa de la ramera, “mezclando para ella una bebida doble en la copa que ella preparó” (Apocalipsis 18:6). Nuevamente, esto no tiene nada que ver con los cálices eucarísticos y, cuando se interpreta en contexto, encaja ya sea con la Roma pagana o con la Jerusalén apóstata.
Quizás por si acaso, Hunt dedica unas pocas palabras a la supuesta riqueza de la Iglesia, que afirma haber sido “adquirida confiscando propiedades de las lamentables víctimas de la Inquisición. . . la venta de la salvación. . . [l]os ricos a menudo dejan[an] una fortuna para que se digan misas por su salvación después de su muerte. . . prácticas bancarias corruptas, lavado de dinero de la droga, comercio de valores falsificados y tratos con la mafia”. esto ni siquiera es bueno ad hominem razonamiento, ya que muestra una terrible falta de comprensión de la teología católica (la salvación no se puede vender y las misas por los muertos no los salvan), así como afirmaciones históricas ridículamente inexactas.
Este examen de los argumentos de Dave Hunt concluirá el próximo mes.