Saltar al contenido principalComentarios sobre accesibilidad

San Eduardo Mártir, un santo de hoy

Los innumerables milagros atribuidos al primer rey inglés dan testimonio de su virtud heroica y de su continua relevancia para los católicos de hoy.

La Iglesia Católica tiene miles de santos canonizados. Muchos son bien conocidos: St. Patrick, St. Francis of Assisi y Santa Teresa de Lisieux son algunas de las personas más famosas que jamás hayan existido. Pero muchos más son oscuros; tal vez sólo eran conocidos en la región donde vivían, o tal vez su número de seguidores disminuyó con el tiempo. Sin embargo, incluso el santo más oscuro sigue siendo un santo, lo que significa que vivió una vida de virtud heroica o dio su vida por Cristo y su Iglesia. Como tal, incluso los santos oscuros son ejemplos que podemos emular.

San Eduardo Mártir es uno de esos santos olvidados. Su oscuridad puede parecer extraña, ya que fue uno de los primeros reyes de Inglaterra. Las figuras reales suelen ser las personas más famosas de su época y son figuras destacadas en los libros de historia. Sin embargo, si hoy se menciona su nombre, es probable que lo confundan con uno de otros dos santos: San Eduardo el Confesor, un conocido rey inglés que reinó un siglo después, o San Edmundo el Mártir, un rey de East Anglia (la actual Inglaterra oriental), que reinó un siglo antes que San Eduardo Mártir y que fue el santo patrón original de Inglaterra. Sin embargo, a pesar de su oscuridad, la historia de San Eduardo Mártir es un relato fascinante e inspirador con lecciones para hoy.

Eduardo nació en el año 962 d.C. durante el período anglosajón de la historia inglesa. Inglaterra tenía menos de cuarenta años y era la combinación de muchos reinos menores que se habían unido bajo el tío abuelo de Eduardo, el rey Æthelstan, en 927. Durante siglos, la tierra ahora conocida como Inglaterra había estado compuesta por varios reinos menores, todos compitiendo por una mayor prominencia. . Pero lo más importante es que los siglos anteriores a la época de Eduardo también vieron la conversión de los anglosajones al cristianismo.

Eduardo fue el primogénito del rey Edgar el Pacífico, y durante el reinado de Edgar (959-975) la Iglesia alcanzó estabilidad. Bajo San Dunstan, arzobispo de Canterbury, los monasterios (centro de la vida cristiana medieval) habían sido reformados y la gente fue evangelizada y catequizada. El rey Edgar apoyó la obra de St. Dunstan y la Iglesia y el Estado trabajaron juntos en armonía. Pero a pesar de esta paz exterior, una corriente subterránea de disensión surgió entre muchas familias prominentes. Les molestaba el poder de la Iglesia, particularmente las grandes propiedades de tierra de los monasterios. A la muerte del rey Edgar, estas corrientes subterráneas salieron a la superficie.

Durante esta época, la sucesión real no era tan clara como lo es hoy. A menudo, el hijo primogénito se convertía en el siguiente rey, pero dependiendo de la fuerza de sus seguidores, otro hijo, hermano o tío del rey recientemente fallecido podía ser coronado en su lugar. Cuando murió el rey Edgar, surgió una disputa sobre quién debería sucederle. Edward, su primogénito de trece años, era el principal candidato, pero la madre de Edward ya estaba muerta y había rumores de que había sido monja. Otro candidato fue Ethelred, el hijo de siete años de Edgar y su esposa, la reina Elfrida. La Reina apoyaba a los nobles que se oponían a la Iglesia y, por lo tanto, naturalmente defendieron a su hijo. St. Dunstan, sin embargo, apoyó a Eduardo con su considerable influencia y, después de un breve conflicto, lo coronó rey de Inglaterra.

Durante los siguientes tres años, Edward continuó el trabajo de su padre, apoyando a San Dunstan y la Iglesia. Sin embargo, tal vez debido a la juventud de Eduardo, muchas familias nobles resistieron su gobierno. El rey Eduardo y el arzobispo Dunstan trabajaron incansablemente para lograr una reconciliación con sus oponentes, pero no tuvieron éxito. Después de tres años, los oponentes de Edward, liderados por su madrastra, Elfrida, decidieron actuar.

Un día a mediados de marzo de 978, el rey Eduardo estaba cazando con algunos compañeros en el sur de Inglaterra. Se separó de su grupo y finalmente llegó al castillo de su hermano Ethelred. Elfrida vio acercarse al joven rey y conspiró para matarlo. Ella salió a saludarlo y le entregó un cáliz de vino. Luego, uno de sus sirvientes besó a Eduardo a modo de saludo y, cuando el rey se giró, el sirviente le clavó un cuchillo en la espalda.

Después de la muerte de Edward, Elfrida y su grupo rápidamente escondieron el cuerpo en la casa cercana de una mujer ciega. La noche siguiente la mujer fue curada de su ceguera y lo atribuyó a la intercesión del Rey recientemente fallecido. Este fue el primero de una avalancha de milagros que azotaron el país durante el siglo siguiente y fueron atribuidos a San Eduardo, Rey y Mártir, como se le conocía ahora. El pueblo lo proclamó mártir, porque vio como causa de su muerte su incansable defensa de la Iglesia. La popularidad de Eduardo se disparó y, a mediados del siglo XI, la Iglesia celebró tres días festivos distintos en su honor: el 18 de marzo, el día de su muerte; 13 de febrero, aniversario del traslado de sus reliquias a una abadía en Shaftesbury (que pasó a ser conocida como “Edwardstowe” en su honor); y el 20 de junio, aniversario de la colocación de su cuerpo en una tumba nueva.

En la segunda mitad del siglo XI, San Eduardo Mártir fue uno de los santos más populares de Inglaterra. Goscelin de Saint-Bertin, un monje y hagiógrafo que vivía en el oeste de Inglaterra, recordó a este popular santo escribiendo sobre su muerte y los milagros posteriores. Llamado La Pasión de San Eduardo, Rey y Mártir, este texto captura la devoción del pueblo inglés por su antiguo rey y su intensa fe en su poderosa intercesión celestial. Escrito en latín, recientemente ha sido traducido por primera vez al inglés, obra para la que tuve el privilegio de escribir una introducción y notas explicativas.

Sin embargo, con el tiempo la devoción a San Eduardo Mártir disminuyó. Quizás se debió al deseo de la nueva Familia Real: la Casa de Normandía que se estableció bajo William el conquistador en 1066, para suprimir la Casa de Wessex, a la que pertenecía San Eduardo. Luego, durante la disolución de los monasterios en el siglo XVI bajo Rey Enrique VIII, La abadía de Shaftesbury, donde se guardaban las reliquias de San Eduardo, fue destruida. Afortunadamente, sin embargo, las reliquias sagradas estaban escondidas a salvo en los terrenos del monasterio.

En el siglo XX, la devoción a San Eduardo Mártir volvió a despertar con el descubrimiento en 1931 de sus reliquias, que ahora se encuentran en una iglesia ortodoxa en Surrey, Inglaterra. En la década de 1980 se compiló un folleto que relataba algunos de los muchos milagros de Eduardo, lo que llevó a los fieles a pedir nuevamente su intercesión.

Uno de los milagros modernos atribuidos a San Eduardo durante este resurgimiento de la devoción tuvo que ver con una joven que contrajo toxoplasmosis durante el embarazo. Sus médicos le dijeron que su bebé nacería sin brazos ni piernas y le recomendaron abortar. Sin embargo, como cristiana, ella se negó. Más adelante en el embarazo, los médicos dijeron que el bebé (un niño) tendría brazos y piernas pero nacería ciego. La joven madre, después de leer sobre San Eduardo Mártir y cómo su primer milagro fue la curación de una mujer ciega, oró por su intercesión y el bebé nació con vista sana. Cuando nació el niño, llamado Edward, los médicos notaron que la mitad superior del cordón umbilical estaba completamente ennegrecida por la infección, pero la decoloración se detuvo milagrosamente a mitad del cordón.

San Eduardo Mártir ejemplificó la virtud heroica y todavía sirve a la Iglesia como patrón tanto de los jóvenes como de los líderes políticos. Aunque Eduardo era apenas un adolescente, se mantuvo firme en su fe y apoyó a la Iglesia a pesar de una poderosa oposición. Además, como rey, reconoció que su deber no era obtener poder para sí mismo, sino más bien apoyar la obra de Dios de llevar el evangelio a todo el pueblo de su tierra. Los innumerables milagros que siguieron a su muerte nos confirman que San Eduardo Mártir, aunque ahora relativamente oscuro, sigue siendo un modelo para nosotros hoy.

Lea más sobre este fascinante Santo en La Pasión de San Eduardo, Rey y Mártir.

¿Te gustó este contenido? Ayúdanos a mantenernos libres de publicidad
¿Disfrutas de este contenido?  ¡Por favor apoye nuestra misión!Donarwww.catholic.com/support-us