

Genealogía (en la BIBLIA).—-La palabra genealogía ocurre sólo dos veces en el El Nuevo Testamento: I Tim., i, 4, y Tit., iii, 9. En estos pasajes los comentaristas explican que la palabra se refiere a las teogonías gentiles, o a la generación de ángeles esenios, o a la emanación de espíritus y eones tal como los concibe los gnósticos, o a las genealogías de Jesucristo, o finalmente a las genealogías de los El Antiguo Testamento interpretado como fuente de una doctrina oculta. Algunos incluso apelan a Filón para referir la expresión de San Pablo a las diversas historias y fábulas contadas sobre Moisés y los Patriarcas. En el El Antiguo Testamento el termino genealogía aparece sólo en unos pocos manuscritos de la Septuaginta, en I Par., iv, 33; v, 7, 17; ix, 22; I Esd., viii, 1, donde el texto comúnmente recibido dice catalogismos or cataloquismos. Por lo tanto, en el presente artículo no nos detendremos en el término genealogía, pero considere las partes, generalmente listas genealógicas, introducidas por la frase “estas son las generaciones” o “este es el libro de la generación”; Investigaremos el significado de la frase introductoria, enumeraremos las principales listas genealógicas, indicaremos sus fuentes, llamaremos la atención sobre su importancia y señalaremos sus deficiencias. Las listas genealógicas especiales, por ejemplo las de Cristo, que se encuentran en los Evangelios de San Mateo y San Lucas, deben estudiarse por separado.
FRASE INTRODUCTORIA.—La fórmula introductoria, “éstas son las generaciones” o “este es el libro de la generación”, es el encabezamiento de las diez partes del Libro de Genesis. Ocurre también en Núm. iii, 1; Rut, iv, 18; I Par., i, 29. Expresiones similares se encuentran con frecuencia, especialmente en los Libros de Paralipomenon. ¿Cuál es su significado? No denotan ninguna genealogía o tabla genealógica en el sentido que damos a estas palabras. No puede haber ninguna cuestión de posteridad en Gén., ii, 4: “éstas son las generaciones del cielo y de la tierra”, como toledhoth, el equivalente hebreo de “generaciones”, parece implicar. En Gén., vi, 9, la fórmula introductoria es seguida por la historia del Diluvio; por lo tanto, no puede apuntar a una tabla genealógica. Si tenemos en cuenta, por otra parte, que la historia primitiva era sólo una genealogía adornada con diversas anécdotas e historias de incidentes, comenzamos a darnos cuenta de que las porciones genealógicas del Libro de Genesis Son biografías abreviadas y rudimentarias. Por lo tanto, el significado apropiado de nuestra fórmula introductoria es simplemente: “esta es la historia”.
LISTAS GENEALOGICAS.—El carácter peculiar de la historia primitiva explica las numerosas listas genealógicas que se encuentran en los libros de la El Antiguo Testamento. Enumeraremos sólo los principales: Gén., v, 1-31, da los Patriarcas de Adam a Noé; Gén., x, 1-32, la etnografía de los hijos de Noé; Gen., xi, 10-26, los Patriarcas de Sin a Abrahán; Gen., xi, 27-32, la posteridad de Thare; Gen., xxii, 20-24, la posteridad de Nacor; Gen., xxv, 1-4, los descendientes de Abrahán por Cetura; Gen., xxv, 12-18, la posteridad de Ismael; Gen., xxv, 23-29, los hijos de Jacob; Gen., xxxvi, 1-43, la posteridad de Esaú y los príncipes de Edom; Gen., xlvi, 8-27, la familia de Jacob entrar en Egipto; Núm., iii, 14-39, la lista de los Levitas; Núm., xxvi, 1-51, los jefes de las tribus; Rut, iv, 18-22, la genealogía de David; I Esd., vii, 1-5, la genealogía de Esdras; II Esd., xi-xii, la genealogía de varias personas. I Par., i-ix, está repleto de listas genealógicas que repiten, abrevian o desarrollan nuevamente las genealogías anteriores, agregando a veces otros documentos de origen desconocido. Por ejemplo, existe una breve genealogía de Benjamin en I Par., vii, 6-12, uno más largo en I Par., viii, 1-40; de manera similar, una breve genealogía de Judá en I Par., iv, 1-23, a, una más completa en I Parr; ii; 3; iii,-24. El historiador inspirado no hace ningún esfuerzo por armonizar estas sorprendentes diferencias, sino que sólo parece tener cuidado de reproducir sus fuentes.
Para apreciar adecuadamente las listas anteriores hay que tener en cuenta cuatro de sus peculiaridades: (I) En las lenguas primitivas cada palabra tenía un significado determinado. Los nombres extranjeros tuvieron que ser traducidos o reemplazados por otros nombres. A medida que la lengua semítica se desarrolló a partir de la primitiva, los nombres propios también sufrieron un cambio similar, hasta el punto de asumir un color semítico y, a veces, incluso hebreo. Esto no destruye el carácter histórico de los hombres conocidos bajo estas denominaciones cambiadas; el mártir San Adauctus no se convierte en una mera ficción simplemente porque se desconoce su verdadero nombre. Lenormant nos ha dejado una comparación entre los Patriarcas antediluvianos del Biblia y los héroes antediluvianos de la tradición caldea (Origines de l'histoire, I, París, 1880, pp. 214-90), y Vigouroux nos ha brindado un estudio sobre el origen mitológico de los Patriarcas antediluvianos (Livres saints et critique ration., 1891, IV, liv. I, c. vii, pp. 191-217 ). Todo esto demuestra que los nombres que realmente se encuentran en las genealogías bíblicas denotan el mismo tema, pero no presentan la misma forma que los nombres originales. (2) Los nombres que se encuentran en las genealogías bíblicas no siempre denotan personas, sino que pueden significar una familia, una tribu o nación, o incluso el país en el que habitaban los portadores de los respectivos nombres. Por ejemplo, Josué, vii, 1, habla de “Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zare de la tribu de Judá”, mientras que el contexto (cf. 16 ss.) muestra que Zabdi representa la “casa de Zabdi” y Zare para la “familia de Zare”. Nuevamente, a lo largo de Gén. X, la genealogía tiene un propósito etnográfico, de modo que sus nombres representan naciones o países. El nombre del país se puede identificar con el de sus habitantes, porque el país representa a su gente a través de una metáfora que casi ha dejado de serlo debido a su uso frecuente. El mismo nombre propio denota un individuo, una familia, una casa, una tribu o una nación, por la idea de solidaridad de toda la comunidad en los méritos y deméritos de cada miembro. Esta amplitud de significado de los nombres genealógicos no resta valor a su historicidad, ya que la oscuridad del abuelo o bisabuelo no impide que uno sea un verdadero descendiente de su tribu o nación. (3) Cuando los nombres en las genealogías bíblicas denotan personas particulares, su conexión puede ser sólo legal. Una mujer cuyo marido muriera sin descendencia estaba obligada por ley a casarse con el hermano de su marido, y el primogénito del llamado matrimonio de levirato era contado y registrado como hijo del hermano fallecido (Dent., xxv, 5 metros cuadrados). La pregunta propuesta a Cristo por el Saduceos (Mat., xxii, 24; Marcos, xii, 19; Lucas, xx, 28) muestra que esta ley se observó hasta los tiempos de Cristo. Tal sustitución de la paternidad física por la legal en las genealogías bíblicas no elimina a la descendencia de su propia familia o tribu. (4) Finalmente, los extranjeros incorporados a una tribu o a una familia se cuentan entre los descendientes del respectivo epónimo. Esta costumbre explica las palabras de Jacob hablado en su lecho de muerte (Gen., xlviii, 5-6); Él ordena que los hijos de Joseph, excepto Efraín y Manasés, “serán llamados por el nombre de sus hermanos en sus posesiones”.
III. FUENTES DE LAS GENEALOGÍAS.—Hablando en general, las genealogías posteriores se derivaron de fuentes escritas, ya sean inspiradas o profanas. Por ejemplo, la genealogía de Benjamin en I Par., vii, 6-12, se basa en los datos dados en los Libros de Genesis y Números; una genealogía más extensa del mismo patriarca encontrada en I Par., viii, 1-40, se basa, sin duda, también en fuentes escritas, que, sin embargo, desconocemos. En cuanto a las genealogías anteriores, su veracidad no puede probarse directamente independientemente de la inspiración. Los documentos escritos se utilizaron mucho antes de lo que creían los arqueólogos de la primera mitad del siglo XVIII. Además, se requirió muy poca escritura para preservar las listas genealógicas más antiguas, que son raras y breves. Podemos conceder libremente que el arte de escribir no era conocido desde Adam hasta el Diluvio, y durante siglos después de Noé. Pero teniendo en cuenta los siguientes hechos, no encontramos ninguna dificultad en admitir la tradición oral y la memoria como fuentes suficientes para estos períodos. (I) Se ha descubierto que el poder de la memoria es mucho mayor entre los pueblos que no han aprendido el arte de escribir. (2) Cada una de las listas genealógicas pertenecientes a los dos períodos en cuestión contiene sólo diez generaciones, de modo que sólo veinte nombres deben ser transmitidos por tradición. (3) Antes de la introducción de la escritura, se empleaban dos dispositivos para ayudar a la memoria; O se verificó la historia o se redujeron los hechos a ciertos números estándar. Esta segunda forma estaba en uso entre las naciones bíblicas. Hubo diez Patriarcas antediluvianos, diez posdiluvianos; setenta descendientes de Jacob son nombrados con motivo de la entrada de Israel en Egipto, aunque algunos de ellos ya estaban muertos en aquel tiempo, otros aún no habían nacido; la lista etnográfica de Genesis enumera setenta naciones, aunque da algunos nombres de poca importancia y omite otros de gran importancia; I Par., ii, 3-55, da setenta descendientes de Judá; I Par., viii, 1-28, setenta descendientes de Benjamin. Este dispositivo protegía también contra la inserción u omisión arbitraria de cualquier nombre, aunque no excluía completamente la sustitución de un nombre por otro. En la última sección se considerará una posible excepción a tal acuerdo.
IMPORTANCIA DE LAS GENEALOGÍAS.— Los hebreos compartían la predilección por las genealogías que prevalecía entre todas las razas semíticas. Entre los árabes, por ejemplo, ninguna biografía está completa sin una larga lista de los antepasados del héroe. Registran incluso el linaje de sus caballos, estimando su nobleza según su extracción (Cf. “Revue des deux mondes”, 15 de mayo de 1855, pp. 1775-77; Caussin de Perceval, “Essai sur l'histoire des Arabes avant el Islamismo”, París, 1844-48). Entre los hebreos, tales listas genealógicas eran de importancia aún mayor por las siguientes razones: (I) Según las disposiciones mosaicas, el suelo palestino fue entregado a tribus y familias definidas. Para recuperar, en el año del jubileo, estos bienes familiares, el reclamante debía demostrar su descendencia legal. (2) El parentesco más cercano confería entre los hebreos los derechos de los llamados Goel. Lev., xxv, 25, y Ruth, iv, 1-6, muestran algunas de las ventajas implicadas en este derecho. El término goel es traducido en la Vulgata Latina propinquus or próximo; en la versión inglesa está traducido por kinsman”. (3) Nuevamente, los sacerdotes y Levitas debían acreditar su ascendencia legal para el cumplimiento de las funciones honorables y remunerativas de sus respectivos cargos. Al regresar del cautiverio babilónico, varios fueron excluidos de la clase sacerdotal porque no podían probar su pedigrí levítico (I Esd., ii, 62; II Esd., vii, 64). Josefo (Vit., I) apela a los registros sacerdotales y está orgulloso de la ascendencia real de su madre; muestra que incluso los sacerdotes que residen en Egipto tenían a sus hijos registrados auténticamente en Jerusalén, a fin de salvaguardar sus prerrogativas sacerdotales (C. Apion., I, vii). (4) Finalmente, la profecía de que el Mesías iba a nacer de la tribu de Judá y la casa de David hizo que la genealogía de esta familia fuera muy importante. Eusebio (Hist. Eccl., III, xix, 20) relata bajo la autoridad de Hegesipo que Domiciano (81-96 d.C.) dio muerte a todos los descendientes de David, excepto a los parientes de Cristo a causa de su humilde condición.
DEFICIENCIAS DE LAS GENEALOGÍAS.—No se puede negar que algunos de los vínculos genealógicos se omiten en las listas bíblicas; Incluso San Mateo tuvo que emplear este recurso para ordenar a los antepasados de Cristo en tres series de catorce cada una. A primera vista, tales omisiones pueden parecer contrarias a la inerrancia bíblica, porque los miembros individuales de las listas genealógicas están conectados por el sustantivo su o el verbo engendrar. Pero ninguno de estos vínculos crea una dificultad real: (I) El significado amplio del sustantivo su en las genealogías se muestra en Matt., i, 1: “Jesucristo, el hijo de David, el hijo de Abrahán“. Esta frase prepara al lector para la opinión de que el sustantivo su puede conectar a una persona con cualquiera de sus antepasados, por remotos que sean. (2) En cuanto al verbo engendrar, algunos escritores sostienen que la forma Hiphil de su hebreo se refiere a la descendencia inmediata, mientras que su forma Qal
puede denotar una generación más remota. Pero esta afirmación no se basa en ningún fundamento sólido. Es cierto que la forma Hiphil aparece en Gén., v y xi; También es cierto que los vínculos sucesivos de las genealogías en estos dos capítulos parecen excluir cualquier generación intermedia. Pero esto es sólo aparente. A menos que de otras fuentes se tenga certeza de que la palabra hebrea en cuestión significa engendrar una descendencia inmediata, Gén. 15, XNUMX, por ejemplo, también puede significar que Malaleel, a la edad de sesenta y cinco años, engendró al abuelo de Jared. como que engendró a Jared inmediatamente. Lo mismo se aplica a los otros Patriarcas mencionados en los dos capítulos anteriores. Tampoco se puede afirmar que tal interpretación destruiría la cronología de los Patriarcas; porque el escritor inspirado no pretendía transmitir una cronología.
AJ MAAS