
DÍA 4
RETO
“La Crucifixión parece irracional. ¿No podría un Dios omnipotente salvarnos sin que Jesús muriera en una cruz?
DEFENSA
Dios podría haber elegido otra manera de lograr la salvación del mundo. Según la opinión común, simplemente podría haber perdonado nuestros pecados y habernos salvado sin ningún sacrificio terrenal. Pero hay razones por las que eligió la crucifixión.
Al utilizar la Crucifixión para lograr la redención, Dios se basó en un tema que los judíos del primer siglo habrían entendido: el sacrificio. De hecho, esto era algo que todos en el mundo antiguo entendían. El impulso al sacrificio se encuentra en culturas de todo el mundo y es innato a la naturaleza humana, proporcionando una manera para que personas de todo el mundo comprendan lo que Cristo hizo por nosotros.
En un sacrificio, la gente traía un regalo (a menudo un animal) y lo ofrecía en un altar. El sacrificio podría ser un gesto de disculpa por haber pecado o un acto de agradecimiento o reverencia. Cualquiera que fuera su intención específica, de manera general estaba destinada a cultivar buenas relaciones con el cielo.
En la Crucifixión, Jesús se presentó como sacrificio por nosotros. De hecho, él era el sacrificio al que apuntaban todas las demás ofrendas judías por el pecado, “porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados” (Heb. 10:4).
Más fundamentalmente, Dios nos comunicó lecciones importantes. Una es cuán graves son nuestros pecados, dado que fue necesaria la muerte del Hijo de Dios para expiarlos. También nos mostró cuánto nos ama a pesar de nuestros pecados. “Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8; cf. CIC 604).
Dios también recurrió a un tema que tenía un significado especial para los judíos: la Pascua. En la fundación de su nación, Dios los sacó de la esclavitud en Egipto mediante el sacrificio de los corderos pascuales, cuando la ira de Dios pasó sobre los israelitas. Ahora bien, Jesús, “el Cordero de Dios” (Juan 1:29, 36), fue sacrificado en la Pascua (Juan 19:14-16), para que la ira de Dios pasara sobre nosotros y seamos sacados de la esclavitud del pecado. Por eso Pablo puede decir: “Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido sacrificado” (1 Cor. 5:7).