
DÍA 160
RETO
“Las Escrituras indican que Dios ha predestinado a ciertas personas para ir al cielo (Romanos 8:28-30), así que o soy uno de ellos o no lo soy. De cualquier manera, no necesito hacer nada con respecto a mi salvación. Simplemente puedo esperar mi destino”.
DEFENSA
Esto malinterpreta la naturaleza de la predestinación y el papel del libre albedrío.
Primero, la predestinación implica tanto el fin como los medios por los cuales se logra el fin. El cielo puede ser el fin, el destino, pero el medio para llegar allí es aceptar la oferta de salvación de Dios. Dios no predestina a las personas a ir al cielo sin importar lo que hagan. Puede que el cielo sea el lugar adonde van, pero Dios también ha ordenado que lleguen allí porque responden a su gracia.
Por lo tanto, si estás predestinado a ir al cielo, responderás a la gracia de Dios. En algún momento antes de la muerte, aceptarás su oferta de salvación, por lo que no puedes simplemente esperar tu destino. Si vas al cielo o al infierno depende de tu respuesta a la iniciativa de gracia de Dios. Tus acciones cuentan.
En segundo lugar, la predestinación incluye el libre albedrío. Desde su posición ventajosa en la eternidad, fuera del tiempo, Dios es consciente de todas las decisiones de libre albedrío que toman las criaturas en el tiempo. En consecuencia, él es consciente de si elegirás libremente aceptar o rechazar su oferta de salvación, y lo incluye al establecer la predestinación.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “Para Dios, todos los momentos del tiempo están presentes en su inmediatez. Por tanto, cuando establece su designio eterno de 'predestinación', incluye en él la libre respuesta de cada uno a su gracia” (CIC 600).
Debido a que tu libre elección determina si vas al cielo o al infierno, podemos decir: “Dios no predestina a nadie a ir al infierno; para esto es necesario el alejamiento voluntario de Dios (pecado mortal) y la perseverancia en él hasta el fin” (CIC 1037).
Por tanto, la predestinación no implica una negación del libre albedrío. Tampoco proporciona una excusa para sentarnos y descuidar nuestra salvación. Al contrario, la libertad del hombre está incluida en el ámbito del plan de predestinación de Dios, y si queremos estar con él en la eternidad, debemos responder a su iniciativa de gracia y aceptar su oferta de salvación.