
DÍA 235
RETO
“¿Por qué un buen Dios permitiría que las personas nacieran con tentaciones de pecar?”
DEFENSA
Este es un subcaso del problema del mal. Es misterioso, pero aún podemos discernir las líneas generales de la solución.
En otro lugar hemos cubierto otros aspectos del problema del mal (ver Días 7, 38 y 151). Aquí analizamos la pregunta específica de por qué Dios permite que las personas nazcan con tentaciones de pecar.
Una forma de expresar la respuesta es: Dios creó a la humanidad en un estado de justicia o santidad original. Sin embargo, cuando nuestros primeros padres se alejaron de Dios y cometieron el pecado original, perdieron esta santidad y la naturaleza humana se corrompió de tal manera que nos hizo propensos al pecado (CIC 375, 379, 405).
Aunque las causas fueron a nivel espiritual más que puramente físico, la situación es similar a la de una persona con un código genético sano que, al exponerse imprudentemente a material radiactivo, daña sus genes de una manera que hace que su descendencia sea nacido con defectos de nacimiento. En otras palabras: nacemos con tentaciones porque heredamos el daño causado a la naturaleza humana por el pecado.
Aunque esto responde a la pregunta en un nivel, deja la pregunta de por qué Dios permitiría que esto sucediera. Aquí hay un elemento de misterio, porque Dios podría habernos impedido heredar las tentaciones. Sin embargo, podemos decir lo siguiente:
- Dios toma en cuenta nuestras debilidades innatas al evaluar cuán culpables somos. Nuestra culpabilidad por el pecado disminuye cuando estamos bajo fuertes presiones internas. “Las incitaciones de los sentimientos y de las pasiones pueden disminuir también el carácter voluntario y libre de la ofensa, así como las presiones externas o los trastornos patológicos” (CIC 1860).
- Dios no permitirá que seamos separados de él sino por una elección verdaderamente libre, como la que implica el pecado mortal (CCC 1037).
- Dios nos da su gracia para enfrentar las tentaciones (1 Cor. 10:13).
- Dios se somete a nuestra debilidad. En la persona de Jesús, se sometió a condiciones como las que vivimos. “Porque no tenemos un sumo sacerdote [es decir, Jesús] que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que también ha sido probado en todo, pero sin pecado” (Heb. 4:15, NABRE).